Museo de la moda
Museo de la moda
Orgullo y Prejuicio - Jane Austen
- No se puede decir que alguien sea de verdad brillante si no sobrepasa con mucho a lo que encontramos de ordinario. Una mujer ha de tener un conocimiento completo de la música, del canto, del dibujo, del baile y de los idiomas modernos para merecer ese calificativo; y junto a todo eso, ha de poseer un algo indefinible en el semblante y en la manera de andar; así como en el tono de voz, la elocución y la manera de expresarse, porque, de lo contrario, sólo merecerá a medias ese elogio.- Ha de poseer todo eso, y aún algo más sustancial, mediante el perfeccionamiento de su inteligencia gracias a unas lecturas muy extensas.
- Ya no me sorprende que sólo conozca usted a seis mujeres con tan grandes perfecciones. Más bien me maravilla que conozca usted alguna.
Varios años después de la segunda guerra mundial, un chasseur importante de Maxim’s, un hombre ya muy mayor, ofreció su cahier sobre las demimondaines de la Belle Epoque a Harper’s Bazaar. No me preguntes como llego a nuestro poder, pero Harper’s tenía mucho renombre en Paris por aquellos días. Además, Carmel Snow, la editora era toda una personalidad en Paris; todo el mundo conocía a la chiflada y brillante irlandesa. Sobria o bebida, la adoraban. Siempre maravillosamente vestida. Y a menudo muy borracha, no digo achispada. Decía unas cosas absolutamente brillantes, pero era incapaz de levantarse y andar.
Pero ese no es el tema. El tema es aquel cahier que Carmel me pasó. Hice que lo tradujeran y lo publiqué en Harper’s Bazaar. Y ni una sola persona de la revista ni ningún lector, menciono el extraordinario documento social que era.
No era más que un pequeño cuaderno con apariencia de gastado. Ya sabes lo ahorradores que son los franceses con el papel. Tu y yo dejaríamos la primera pagina del cuaderno en blanco y empezaríamos en el lado derecho. Este chasseur era un autentico francés: había empezado en la página de la izquierda, tan arriba que no quedaba nada de papel por encima de la primera línea. En el cuaderno había una lista de todas las mujeres disponibles de Paris, con sus descripciones. Cosas como: tiene un lunar a la izquierda de la cadera y "pas tout à fait de premier ordre” y “ Nacida en Chaillot” y un largo etcétera. Ese hombrecillo, imagínatelo: era la única persona en el mundo que sabía que había una chica con un lunar en la cadera, cosa que le encantaba a Duque de No sé cuantos pero que desde que murió, no era assez connue, y por lo tanto supondría un mayor precio. Quiero decir que esto era algo fantástico. No podía habérselo inventado, porque como todo el mundo sabe, la realidad supera a la ficción.
¡Sus zapatos eran tan bonitos! Los niños por supuesto, se fijan muchísimo en los zapatos. Están más cerca de ellos. Recuerdo los zapatos de hebilla del estilo del siglo XVIII, mejor tallados que un diamante. Me encantan los adornos en los zapatos. A mi modo de ver, es como los zapatos deben ser.

Mientras estaba adelgazando, Billy y la condesa hicieron una expedición a Hermès, donde Billy compró dos cinturones, uno ancho para sujetar el abrigo y el otro estrecho, para ceñir los jerseys. Compró también su primer pañuelo de Hermès. Lilianne le había explicado que, con una falda bien cortada, un buen par de zapatos, un jersey decente y el indispensable pañuelo de Hermès, cualquier francesa se siente tan bien vestida como la reina de Inglaterra, la reina de Bélgica o la condesa de París, esposa del pretendiente al trono de Francia, pues así es como visten estas damas en la vida privada.
Scruples. Judith Krantz
Era mi intención el otro día hablar de la gente que viste mal en París y al final acabé hablando de los que, a mi parecer, mejor visten. Podría seguir hablando de las distintas clase que hay, pero qué queréis, me aburre la clase media, se salva la burguesía, pero ésta nunca ha sido clase media ¿verdad?
Mejor voy directo a la gente que realmente viste mal. Me refiero a esa gente de clase media baja, que en los 70 pudo ser clase media a secas, pero a la que ahora se le añade el “baja” al final. De los que te dirán que viven en Paris cuando en realidad se refieren a algún Banlieue de Îlle-de-france.
Mujeres a las que les encantan los colores vivacious, de las que se tiñen el pelo en casa y les queda canario. O peor, de peluquería que consigue el mismo resultado. De chicos con el pelo rapado a maquina. Si tienes suerte y eres mono ça va, si no, se siente. De los que llevan vaqueros desgastados horribles, zapatillas negras y calcetines blancos. De los que compran en Kiabi (la mode à petits prix, recuerden). De los que llevan las viseras sobre la cabeza, no puestas y llevan riñoneras de LV de (obvia) imitación. Los paletos de toda la vida, que también los hay en españa. ¿Cuál es la diferencia? Aquí uno es paleto esforzandose demasiado. Ahí uno es paleto por no esforzarse en absoluto.
Así que, que quede claro, en París NO todo el mundo viste bien. De hecho, la prueba viviente de ello es el centro comercial de Les Halles un sábado a la tarde. ¿De verdad creíais que no había poligoneras en París?

Desmontando mitos. En Paris todo el mundo viste bien.
Este post está absolutamente basado en mis experiencias personales y puede no corresponder a la realidad.
Absolutamente falso. Las generalizaciones son malas, malisimas, aunque yo haga mucho uso de ellas. No se puede decir con rotundidad que en Paris todo el mundo viste bien como no se podría decir que en Madrid se viste mal.
La clase alta
Paris es una ciudad con más de 2 millones de habitantes. Algunos de ellos viven en Neully-sur-Seine y son de clase altisima. Que visten de las marcas “de toda la vida”: Burberry's, Lacoste, Hermès, y van a Lafayette cuando necesitan “básicos”. Gente de la que se hace las camisas a medida con sus iniciales y para los que la moda es algo a seguir con pies de plomo. Gente bien de toda la vida, de lo que no buscan “faire étalage”. Ellos piensan: tenemos dinero, nuestros amigos lo saben, y ellos a su vez también lo tienen, pero eso no es excusa para ir pregonándolo.
Familias en las que las mujeres heredan no solo joyas y muebles, también reciben pañuelos de Hermès de hace más de 30 años aún en sus cajas naranjas, apenas gastadas. Familias en las que padres e hijos se compran el mismo modelo de polo o jersey aunque en tallas diferentes. El padre lo llevará con un pantalón de pana marrón y el hijo con unos vaqueros, cuestión de generación.
En general, el dinero viejo no sigue demasiado la moda. O mejor dicho, la moda de las revistas o de los blogs. Ellos tienen su propia etiqueta, y aunque muchos arribistas la crean fácil de imitar, su ojo, realmente entrenado, es capaz de diferenciarlo. Y si no, en cuanto hable. Que por la boca muere el pez.
En una época en la que cualquiera puede comprarse cualquier prenda, es el savoir-faire lo que realmente importa. Porque el pedigrí no se puede fingir.

Con ocasión de la boda de Paulina Bonaparte, hermana de Napoleón, con un príncipe italiano, su cuñada Josefina decidió organizar una fiesta en honor de la pareja.
Si bien es cierto que estas dos mujeres no eran precisamente amigas, tampoco se puede decir que fueran enemigas. Podría decirse que eran más bien rivales.
Para la fiesta, Paulina decidió vestirse de verde, con un gran escote y todas las joyas que acaba de recibir de la familia de su marido. Joyas en la cabeza, en forma de corona. En el cuello, como collar. En los brazos, a modo de pulseras. E incluso en los dedos enguantados, cubiertos de anillos.
Era su forma de humillar a Josefina en sus dos puntos débiles: su edad (era mayor que Napoleón) y su falta de ascendencia noble.
Pero Paulina, como suele ser costumbre en la juventud, infravaloró a Josefina. Esta, al enterarse de los planes de su cuñada decidió responder. Pero no podía hacerlo con las mismas armas. Si usaba un escote generoso, produciría más risa que admiración. Y aunque comprara tantas joyas, no tendrían la antigüedad de las de Paulina.
Al final, dio con una solución más sencilla y barata.
La noche de la fiesta, Paulina llego engalanada y preciosa, pero cual fue su sorpresa al descubrir la trampa de su cuñada:
Había mandado forrar los muros del salón con una tela de seda azul que anulaba completamente el efecto del verde. El maravilloso terciopelo quedaba completamente apagado, las joyas parecían desproporcionadas y Paulina, una triste lavandera que pretendía destacar.
Por el contrario, Josefina había optado por una sencilla túnica blanca al estilo griego y dos camafeos como único adorno.
Paulina partió furiosa para Italia. Y es que la juventud es algo que todos tenemos, mientras que la madurez, no siempre está al alcance de todos.
O como dice el refranero español: Que más sabe el diablo por viejo, que por diablo.

Condé-Nast debería prohibir portadas tal que estas.
El magnate editorial William R. Hearst, que inspiró el ciudadano Kane de Welles y que dicen que motivó la guerra de Cuba para vender más periodicos dijo una vez que: “No publico revistas solamente para lograr un éxito artístico. No creo que nada tenga éxito si no da dinero, mucho dinero.”
Muchas veces me pregunto por la rentabilidad del Vogue Paris, del L'uomo Vogue y del Vogue Hommes Internacional.
Por que en Francia, las mujeres prefieren el Elle, Marie Claire e incluso Figaro Madame.
Pour Noël, rien de mieux que la pub de Chanel Nº 5 d’Estella Warren. Je l’adore. C’est pas Noël sans Chanel Nº5. La petite chaperonne rouge, le loupe, la musique de Danny Elfman (Edward aux mains d’argent), la tour Eiffel. Bref, tout.













Drôle de frimousse c'est le titre de une comédie musical américaine avec Audrey Hepburn et Fred Astaire. Le scénario n'est pas trop compliqué:
Maggie Prescott est rédactrice en chef du magazine Quality Magazine. Elle est à la recherche d'un mannequin pour montrer les dernières créations d'un couturier de renom. Le photographe du magazine, Dick Avery, va trouver la personne idéale : Jo Stockton, une jeune femme libraire attirée par la philosophie, plus intéressée par l'enseignement du professeur Flostre que par la haute-couture. Elle acceptera la proposition dans le seul but d'aller à Paris pour rencontrer ce dernier.
Copié et collé de wikipedia. Désolé, avec la chaleur, je suis un peu fainéant.
Saviez vous que l'histoire est inspire dans le début de Richard Avedon, qui a réalisé aussi le générique. On connait bien Avedon, mais, au moins moi, je ne savais pas qu'il avait travailler aussi à Hollywood.
Et comme dans presque tout les films d'Audrey Hepburn est habillé par Hubert de Givenchy.
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Una cara con angel es el titulo de la comedia musical protagonizada por Audrey Hepburn y Fred Astaire. La historia no es muy complicada:
Maggie Prescott es la redactora de la revista Quality Magazine, en su búsqueda para encontrar una modelo para la nueva colección de un renombrado modisto, el fotografo de la revista Dick Avery, encontrar a la persona ideal: Jo Stockton, una joven que trabaja en una librería, mas interesada en la filosofía y las enseñanzas del profesor Flostre que por la alta costura.
Jo decide aceptar el trabajo de modelo para poder ir a París y conocer al profesor.
Como curiosidad os diré que la historia esta inspirada en los comienzos de Richard Avedon, quien también realizó los créditos. A pesar de que conocemos el trabajo de Avedon, yo al menos no sabía que realizó sus pinitos en el cine.
Y como en casi todas sus películas, Audrey Hepburn lleva creaciones de Hubert de Givenchy
Aujourd'hui un autre chapitre de “On connait pas la chanson”. Cette fois, Dalida. Elle était une vraie chanteuse. Elle choisissait ces chansons et même composé pour chanter que ce qu'elle aimait.
Née en Égypte mais dont son père était Italien. A 1981 fut la première femme à gagner un disque de diamant.
Après une vie très dramatique, elle finit ça vie à l'age de 54 par surdose de barbituriques. Elle laissait un simple mot “Pardonnez-moi, la vie m'est insupportable”.
Ces chansons sont en général, tristes, il y en a très peut qui soient plus gays.
Un de mes préférés c'est: Il venait d'avoir 18 ans. Dont raconter l'histoire d'une femme qui passe une soirée formidable avec un garçon de 18 ans. A la fin, elle dit: J'avais oublié simplement, que j'avais deux fois 18 ans. Trop triste. Elle est génial pour le coup de blues.
Et je cherche toujours une biographie à elle.
Tras una vida muy dramática, se suicido con 54 años por una sobredosis de barbitúricos. Dejó una nota diciendo “Perdonadme, la vida me es insoportable”
Aunque sus canciones son normalmente tristes, también tiene algunas mas alegres.
Una de mis favoritas es “Il venait d'avoir 18 ans” Acababa de cumplir 18 años. En está cuenta la historia de una mujer que pasa una noche loca con un chico que acababa de cumplir 18 años. La canción acaba con un: J'avais oublié que j'avais 2 fois 18 ans... Había olvidado que yo le doblaba la verdad.
Está muy bien para esos días melancólicos.
Y sigo buscando una biografiá de ella.
She was born in Egypt but his parents where Italian. In 1981 became the first woman in wining the diamond disc.
After a sad life, he committed suicide at the age of 54. She left a note “Forgive me, life it's intolerable”
One of my favourite songs is “Il venait d'avoir 18 ans” He was just 18 years old. It tells the story of a woman, who spends a wonderful night with a 18 years old boy. At the end of the song, she sings: I've forgotten, that I was, two times 18 years old. So sad.
Still looking for a good biography of her.



Suzy Menkes dans le défile de Walter Van Beirendonck, aux renommé Théâtre Bataclan. Sur un chaleur infernal, la musique commence a sonner d'une façon stridente. Des vêtements fluo et mannequins un peu différent que d'habitude. Une collection à ne pas manquer. Ça peut-être très intéressant.
Suzy Menkes en el desfile de Walter Van Beirendonck, en el conocido teatro parisino de Bataclan. Bajo un calor infernal, la música empieza a sonar de una forma estridente. Prendas de colores fluorescentes y unos modelos poco habituales. Una colección que por lo menos, merece que se le eche un vistazo.
Suzy Menkes in Walter Van Beirendonck show, in the well-know Bataclan Theatre. Under the heat, the music starts playing. Fluo cloths, and not very common models. A show that, at least, deserves to be checked.
Pasé todos los momentos libres con Chanel. Lo que le mantenía tan interesada en mí era la relación con Luchino. Siempre se esforzaba por averiguar cosas sobre él.
- Una nunca deja de ama a la gente que ha amado – dijo una vez con tristeza -. Aunque la traicionen a una, no es cierto que el verdadero amor se convierta en odio; se convierte en resentimiento, en cólera. Pero el amor que se ha tenido persiste por siempre, no por la otra persona... no, sino por una misma, por ese momento de la vida. Mo importa realmente quién es la otra persona; ese instante tiene una duración eterna.
De pronto interrumpió la línea de pensamiento triste y se puso a hacerme más preguntas sobre Luchino. No dijo por qué, aunque la razón resultaba evidente. Era altiva y recia, y tanto mejor así, dado el mal momento que estaba pasando. Recuerdo que cerca del final de mi estancia fui a la rue Cambom y la encontré en un estado de semilocura. Me llevó un tiempo conseguir que me dijese algo sensato, pero poco a poco se supo que la fuente de su furia era la historia de su perfume, el famoso Chanel Nº5. Se lo había vendido a una firma norteamericana por una suma muy importante, pero ahora resultaba que nunca había entendido el contrato. Se encontraba a punto de sacar otros dos perfumes: uno era Mademoiselle Chanel, el otro Número Trente-et-un, el número de su tienda de la rue Cambom. Ahora descubría que no podía usarlos: al vender sus derechos por el Chanel Nº5, se había comprometido a no crear ningún otro perfume que tuviese alguna relación con su nombre.
- Je suis folle – dijo -. Estuve loca cuando hice eso para esos norteamericanos, nada más que por dinero, por dólares. ¿Por qué lo hice? ¿Por qué? Y huélelo, huele. - Me puso un frasco bajo la nariz y era un perfume increíble, encantador. Todavía puedo olerlo. “Mademoiselle Chanel” era dulce y seco, como el lirio del valle. “Trente-et-un” era cálido y ardiente. Tenía cajones enteros de ellos, que ahora debía destruir. Le pregunté si podía darme uno de cada uno.
- Toma todos los que quieras – dijo, pero de pronto cambió de opinión-. No, por favor, la gente los probará y querrá comprarlos. Vendrán a buscar más, y en cada ocasión será como una puñalada en mi pecho. - Y entonces se puso muy suspicaz. - Es mejor que no – agregó -. Los perfumes como estos son tan memorables... No quiero despertar un día y descubrir que Mademoiselle Chanel se ha convertido en Mademoiselle Dior.
Pero yo me guardé en secreto un frasco de cada uno, pues los perfumes parecían demasiado buenos como para desperdiciarlos. El resto fue a parar literalmente a la alcantarilla.
Sin embargo, Coco estaba mezclada en otras cosas, aparte del perfume. Le interesaban las joyas, y fue una de las primeras en combinar piedras falsas con gemas verdaderas, para poner de moda las “joyas de vestir”. Louis Cartier creó algo parecido a la vuelta del siglo, usando juntas piedras preciosas y semipreciosas, pero nunca utilizó nada que no fuese por lo menos semiprecioso. Nadie se había atrevido hasta entonces a juntar una perla simulada con diamantes verdaderos, o zafiros falsos con otros de verdad, como hacía Chanel.
Cuando me hallaba con ella tenía que recordar que esta dama diminuta, delgada, había sido la amante de hombres poderosos, y la creadora de una forma totalmente nueva de vestirse. Era el centro de casi todo lo artístico de la vida francesa de este siglo, desde Diaghilev y el ballet hasta Picasso y la pintura, y hasta Cocteau y la poesía. Dado lo ocurrido desde entonces, resulta extraño recordar que en ese momento creía encontrarme en la cima de mi ambición. Lo pensaba porque trabajaba para Visconti y era patrocinado por Chanel. Y en verdad era algo poderoso que una persona de veintiséis años estuviese sentada en Fouquet, en los Champs-Elysées, con Coco Chanel.
Siempre he pensado que me hubiera gustado haber vivido en Paris desde 1900 hasta 1960. Todo el mundo se relacionaba. Es gracioso ver como en cualquier biografía de artistas de la época, siempre salen los mismos personajes. Y no solo artistas, políticos también. Clemenceau, Churchill, Picasso, Stravinsky, Cocteau, Visconti.... y un largo ecetera.
El segundo día de mi visita seria el más importante. Me dirigí al 31 de la rue Cambon, para ver a Coco Chanel. Cuando llegué, una de esas porteras francesas famosas por su grosería se digno a decirme que Mademoiselle Chanel no estaba ahí, que vivía en el Ritz. Cuando dije que iría a verla allá, el esperpento me preguntó si estaba loco. ¿Acaso imaginaba que recibiría a alguien a las once y media de la mañana? Entendí el mensaje y resolví esperar hasta la tarde. Para matar el tiempo, fui al Louvre, a ver la Mona Lisa, y me sentí totalmente deprimido ante lo pobremente que se exhibían “nuestros” cuadros.
Con esto pensamientos irritados rondándome por la cabeza volví al Ritz y llame a las habitaciones de la Chanel. Una voz de mujer respondió a la llamada, quiso saber quién era, y cuando resulto claro que mi francés estaba lejos de ser perfecto, se mostró menos amable aún.
- Tengo una carta para Madame Chanel – traté de explicar.
- ¿Madame?
- Sí.
- Creo que se refiere a Mademoiselle Chanel. Puede dejársela al portero.
- No puedo, es más bien especial.
- ¿Y de quién es esa carta especial?
Era una voz que podía aplastarlo a uno incluso por teléfono.
- De Luchino Visconti – expliqué.
Hubo un silencio mortal de una mano sobre la bocina, y luego, al cabo de una pausa, la voz se escuchó de nuevo.
- Puede subir.
Así conocí a Maggie Van Zuylen, la gran amiga de Chanel y una mujer de inmenso encanto carácter divertido... sí, divertido. Cuando entre en las habitaciones exteriores, ella, de pie, injuriaba, con el vocabulario de una ramera, a alguien, a través de otra puerta.
- Pedazo de Va – gritaba -. No me asustas, putita.
De pronto apareció Chanel, en el vano de la puerta , tal como me la había imaginado, con unode sus trajes de sastre, con sombrero y perlas, pero blandiendo, inesperadamente, una fusta de montar e imitando a su amiga, palabra por palabra, en sus groserías verbales.
- Puta, ramera, vaca... - Las palabras volaban de un lado a otro, hasta que de pronto las dos cayeron en un acceso de risas, y me di cuenta de que todo aquello había sido un juego loco. Cerré rápidamente mi boca abierta y traté de no parecer el provinciano que llegaba a la ciudad.
Chanel hizo caso omiso del incidente, se acercó a mí y tendió la mano para pedir la carta.
- ¿Así que usted es el amiguito de Luchino?
- Su colaborador – dije -, su ayudante.
Enarcó una ceja.
- Léamela – dijo.
De manera que leí el mensaje de Luchino, que le pedía que me ayudase, y decía que me ayudase, y decía que en cuanto yo hubiese preparado todo, él viajaría.
- No vendrá – dijo-. Es tan mentiroso.
Entonces le susurró algo a Maggie, y las dos volvieron a lanzarse palabrotas, y a gritar. Retrocedí, un tanto asustado por ese nuevo estallido.
- ¿Dónde se aloja? - Preguntó durante una pausa en la discusión -. Vaya a su hotel. Yo me comunicaré.
Maggie me acompañó hasta la puerta.
- No se preocupe – dijo, amable -. Ella hará lo que pueda, lo sé.
Salí del Ritz, muy confundido, y regresé lentamente a Saint Germain, demorándome para contemplar el espectáculo. Llegué a mi hotel tres horas más tarde.
Había correspondencia. No pude creerlo. Chanel había enviado un mensaje con cartas escritas a mano para algunas personas fundamentales. Tenia una intuición muy fina en cuanto a quiénes eran las personas que convenía que conociera. […] También había una nota para mí: “Vuelva a verme cuando quiera. Me agradaría hablar de nuevo con usted”
[…]
- Necesito un poco de aire – dijo Chanel cuando fui a visitarla. De modo que salimos a caminar. Sólo más tarde descubrí cuán bondadoso era ese gesto, de su parte. Todavía se encontraba en dificultades a causa de sus relaciones, durante la guerra, con un oficial alemán, y por lo general prefería eludir los lugares públicos, donde podía ser objeto de un desaire. Hacía poco había sido perdonada por el gobierno, pero su carrera estaba arruinada y no podía trabajar. Mientras caminábamos, un par de muchachas aparecieron delante de nosotros, ataviadas a la última moda... el “new look” de Dior, con una falda voluminosa, ceñida a la cintura, tacones precarios, sombrero de alas anchas, caídas y un bolso minúsculo. Es probable que todo el conjunto fuese el menos práctico que se hubiese creado, pero estaba muy, muy de moda. Eso era lo que había remplazado la sencilla elegancia de Chanel, y que esas dos criaturas se contoneasen delante de nosotros fue como un trapo rojo para un toro.
- Mírelas – chirrió Chanel con una voz que llegaba hasta el otro extremo del bulevar -. Estúpidas, vestidas por maricas que viven sus fantasías. Sueñan que son mujeres, de modo que hacen que las mujeres de verdad parezcan travestis.
Para entonces, las dos jóvenes trataban, sin éxito, de alejarse de la que deben de haber pensado que era una lunática que las seguía.
- ¿No ve? - chilló de nuevo Chanel, con su poderosa voz -. Apenas pueden camina. YO hice ropa para la mujer nueva. Con mi ropa, ésta puede moverse y vivir con naturalidad. Y ahora mire lo que han hecho esas criaturas. ¡No conocen a las mujeres, nunca han tenido una mujer!
Presuntamente sorprendida en su equilibrio por esta tirada, una de las jóvenes dejó caer su diminuto bolso. Se detuvo y trató de inclinarse para recogerlo: tarea imposible., dada la altura de de los tacones, la amplitud del vestido y lo ceñido de su cintura de avispa, típico, todo ello, del estilo. Estuve a punto de precipitarme a ayudarla, cuando la mano de Chanel me contuvo. Con una tremenda expresión de triunfo, tomó el bolso y se lo entregó a la aterrorizada joven.
- Et voilà – dijo, y se echó a reír sin poder contenerse.
Las jóvenes huyeron, y yo me enorgullecí de la conducta de Chanel. Me di cuenta de que planeaba su venganza, y de que no se dejaría relegar al pasado, como planeaban sus rivales.