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La mujer perfecta según Jane Austen

Elegant Woman Mona Lisa


Orgullo y Prejuicio - Jane Austen

- No se puede decir que alguien sea de verdad brillante si no sobrepasa con mucho a lo que encontramos de ordinario. Una mujer ha de tener un conocimiento completo de la música, del canto, del dibujo, del baile y de los idiomas modernos para merecer ese calificativo; y junto a todo eso, ha de poseer un algo indefinible en el semblante y en la manera de andar; así como en el tono de voz, la elocución y la manera de expresarse, porque, de lo contrario, sólo merecerá a medias ese elogio. 

- Ha de poseer todo eso, y aún algo más sustancial, mediante el perfeccionamiento de su inteligencia gracias a unas lecturas muy extensas. 

- Ya no me sorprende que sólo conozca usted a seis mujeres con tan grandes perfecciones. Más bien me maravilla que conozca usted alguna.

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¿Y quién conoce a una mujer con todas éstas virtudes? Por desgracia, aquellos que poseen las virtudes que nosotros apreciamos, cultivan también otros defectos que detestamos. 
Si bien no le falta razón a Mister Darcy, pues, todas las virtudes exteriores pierden su fureza cuando su poseedora en cuestión abre la boca. 
Y hay tan pocas que al hacerlo, hacen que el resto parezca trivial....

El color azul marino

Marineros


Ya he hablado anteriormente de uniformes, pero es un tema del que siempre me gusta hablar. 
Cuando era pequeño iba a un colegio en el que el uniforme era obligatorio. No teníamos americanas como los anglosajones pero por lo demás era muy parecido. 
Consistía en unos pantalones azules marino, una camisa blanca y un jersey también azul marino. Muy simple. 
Durante bastantes años odié el color azúl marino porque me recordaba demasiado a mi época con uniforme, pero por alguna razón, hace unos años algo cambió en mi cabeza y ese color compone el 70% de mi armario. Es tan sencillo, agradable y seguro que no me interesa pasar a ningún otro color. 

El pintalabios



El día se presentaba gris. 
Cielo gris, acera gris, un traje gris. Ni siquiera el hecho de que fuera viernes parecía ser suficiente para alegrar las siete de la mañana.
Mientras bajaba en el ascensor abrió el bolso y sacó una barra de pintalabios. Sólo eso necesitaba, un ligero toque en los labios. 
Una ligera sonrisa se posó en su boca.  No estaba mal, al menos era un inicio.

Picasso en Vogue


El simple hecho de que a alguien se le haya ocurrido combinar un Vogue con Picasso, no hace más que demostrarme más si cabe, que aquello de que la moda está en todas partes es muy cierto. 
Y de la misma manera podemos decir que todas las artes están en cierta medida relacionadas. A fin de cuentas todas son artes, ¿no?

Sobre la intransigencia

Comentaba con Maribel de Anglo-Francofilia los dos tipos de intransigentes que hay (con respecto al post de La conjura de los necios) y para tratar de hacerlo entender, tomo una frase del genial libro "Una lectora nada común"


Pero para ella el nombre de la gente era indiferente, como todo lo demás, por otra parte: la ropa, la voz, la clase social. Era una demócrata auténtica, quizá la única que había en el país. 


Lo que trato de decir es que algunos somos intransigentes sí, pero sabemos que tenemos que tolerar. Y al no hacer diferencias entre aquello que no aprobamos (ropa, educación etc) y meterlo en el mismo saco, acabamos por ser tolerantes con cualquier cosa que nos echen. 

Ignatius y su sentido de la moda

Ilustración de un zorro

En la sombra [...] Ignatius J. Reilly miraba a las demás personas que esperaban bajo el reloj junto a los grandes almacenes D. H. Holmes, estudiando a la multitud en busca de signos de mal gusto en el vestir. Ignatius percibió que algunos atuendos eran lo bastante nuevos y lo bastante caros como para ser considerados sin duda ofensas al buen gusto y la decencia. La posesión de algo nuevo o caro sólo reflejaba la falta de teología y de geometría de una persona. Podía proyectar incluso dudas sobre el alma misma del sujeto.


La conjura de los necios - John Kennedy Toole


Una vez un amigo me dijo que me parecía a Ignatius. El me lo dijo como un cumplido aunque cueste entenderlo. 

Un oficio particular

Isabel II con bolsas

Tenía él uno de los trabajos más interesantes que he conocido. Se dedicaba a vender antigüedades de lujo: Pañuelos de Hermès de los 40, baúles de Louis Vuitton de los 30 y joyas de las 20. Tenía sus contactos que le suministraban productos, tipos extraños, más propios de una carnicería o un pub que de tratar con los mejores cueros y sedas del siglo.

Luego él, después de estudiarlos y asegurarse de su autenticidad, los adquiría y se los ofrecía al mejor postor. A menudo a casas de subastas especializadas (pues Christies no acepta productos de un valor inferior a 1000 libras) , a veces a alguna lady de Kengsinton o Knighstbride, y excepcionalmente a alguna fashionista nueva rica oriental. Aunque estas últimas, no solían apreciar el valor de las antigüedades, especialmente cuando podían comprarse algo nuevo que resultaba más barato.

Cuando yo le conocí llevaba algún tiempo guardando un elegante baúl de Louis Vuitton de cuando los viajes se hacían en condiciones, existían mozos para llevar el equipaje, y el cajón para los pañuelos de caballero era algo sencillamente  indispensable. A causa de su tamaño resultaba algo difícil de vender. A él no le preocupaban tonterías tales como encontrar un buen hogar para aquellas joyas. Sus fines eran puramente comerciales. Por supuesto su corazón no hubiese resistido ver un carré como trapo para fregar pero sin llegar a esos extremos, cualquiera que apreciara su valor, y más importante aún, estaba dispuesto a pagar el precio, era suficientemente digno.

A veces se daba el caso de que las transacciones se realizaban a la inversa: clientes le pedían que adquiriera discretamente un broche de diamantes y ópalos o le buscara un Birkin burdeos de los 80. Tales casos solían ser más raros y era habitual que rechazara esos trabajos más detectivescos y optar por servicios más simples. 

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Y no me cae bien la Duquesa de Windsor, que quede claro. 

Wallis Simpson LV

Una hermosa forma de educación

being well dressed is a beautiful form of politeness

Y es que es algo que la gente olvida por completo. Especialmente en lo que se refiere al trabajo. Por supuesto que puedes hacer el mismo trabajo en pantalones cortos y camiseta, como también podrías hacerlo en calzoncillos o en pijama.
Pero vestir bien demuestra respeto hacia los demás, como sí dijeran: Oh si, te respeto, por eso me esfuerzo en ofrecerte mi mejor aspecto. 
Lo que me lleva a otra cuestión:
¿Por qué con la excusa de la confianza uno se transforma en un dejado? Es precisamente para la gente que queremos para quienes deberíamos tratar de vestirnos mejor. Porque son los que nos ven todos los días. 
El narcisismo es egoísta, la educación generosa.

Otro tipo de Estilo de vida


chico bajo la nieve con mochila

Con la que está cayendo, uno no oye más que hablar de que la culpa de todo la tiene que el consumismo, y esa necesidad de poseer por el hecho de poseer, comprar por el placer de comprar.
Pero yo no estoy del todo de acuerdo. Por lo menos no viendo a aquellos que me rodean.

- En nuestro caso eso no es cierto – Diría una amiga mía -. A nosotros nos han educado con mentalidad de postguerra: que no sobre nada, ahorra todo lo que puedos, compra lo mejor y hazlo durar.

Y cada vez me doy más cuenta de la razón que tiene. Nos gusta vestir bien sí, nos gusta ir “a la moda”  pero no por ello somos como esas personas que compran ropa cada semana. No lo necesitamos, no tenemos llenos los armarios, cajones y baldas de nuestras casas.

Algo parecido me decía otro amigo: 
- Desde que viajo tanto, cada vez tengo menos ropa y  más sencilla: vaqueros, camisetas lisas y camisas. Y también tengo menos objetos, el kindle y el ordenador es todo lo que necesito. Aquello que me quepa en una simple mochila.


Así que como veis, por A o por B existe un grupo de irreductibles jóvenes que no necesariamente consumimos en exceso, o entramos dentro de lo que la gente piensa de nosotros.

Surfer con tabla de surf | Longboard


La infancia

Dibujo niña leyendo Vogue
Siempre me han fascinado los orígenes de ciertas personas del mundillo: las tías inventadas de Chanel o la cantidad de leyendas sobre la infancia de Lagerfeld (una por cada vez que abre la boca), y es que parece, según ciertos blogs de moda o ego blogs por los que me paso de vez en cuando, que hay una gran cantidad de hombres y mujeres a quienes en su más tierna infancia leían Vogue en lugar de a los hermanos Grimm. 

Personas que debían tener las madres más glamurosas y modernas de su época y olvidando que lo 70 y los 80 fueron malas décadas en lo que a moda de calle se refiere.
Pretender dar una imagen, mezcla entre infancia inglesa junto al fuego y madres embajadoras con vestido largo. Y ellos embobados claro.

Yo sólo puedo decir que si la moda me interesa (al igual que el cine, la literatura, la botánica o que se yo) doy fe de que cuando era pequeño, me preocupaba más por la game boy, mi kimono de judo y cualquier palo que me encontrara por la calle (¿alguien me puedo explicar esa fascinación de los chicos por los palos de madera?) que por las revistas de mi madre.

Prendas que evocan

Hay ropa que te hace sentirte aventurero. Esta es mi camiseta de ligar  - dicen algunos - con estos zapatos me siento alguien importante – piensan otros. Siempre hay ropas que nos compramos por evocaciones, fantasías que nos inventamos: con una barbour y una camisa Oxford me veo paseando a los perros por la campiña inglesa. Con ese gorro y ese abrigo me imagino que soy una secretaria de Mad Men. Con esos pantalones y esa bufanda me siento tan parisino.

Algunas prendas te hacen pensar en besos en el campo con chicas que leen a Nancy Mitford y que besan bajo paraguas de tartán.

No es pecado, después de todo, el vestirse tiene algo de jugar, de esperanza, de armadura. De que las cosas más interesantes nos ocurrirán si vamos adecuadamente vestidos, de que el hábito sí que hace un poco al monje.

Mejor me callo


Soy una persona que disfruta con una buena discusión. Pero eso si, con gente que sabe discutir. Que expone bien, que explica, que contrasta. 

Ayer me vi envuelto en una de esas discusiones que parecen más monólogos. El tema era el consumismo. Y habló esta persona. 
Me callé cuando habló de conspiraciones, me callé cuando inventó porcentajes, y me callé cuando hizo uso de datos que no pueden existir (tuve buenos profesores que me inculcaron la costumbre de desconfiar de ciertas fuentes) pero no me pude callar cuando habló del mundo de la moda. De las tendencias como invento exclusivo de los empresarios.
- Perdona pero creo que estás equivocado. Cierto que ahora se fomenta más el cambio de tendencias para aumentar las ventas pero la moda es algo mucho más antiguo.
- Hace cincuenta años la gente no tenía esa necesidad de comprar porque los demás dijeran que estaba pasado de moda - me interrumpe.
- ¿Ah no? ¿Eso crees? ¿Qué me dices de las modistas que copiaban diseños de revistas extranjeras? ¿Era para ganar dinero? ¿O por el consumismo? Pero retrocedamos un poco más. Vayámonos un poco más atrás, al periodo de entre guerras, en el punto más alto de las casas de costura. ¿Acaso esas mujeres compraban esas ropas porque la televisión (o los periódicos, revistas o la radio) les decía que haciéndolo serían más felices? O los dandys con sus trajes a medida y corbatas, pañuelos y sombreros. Por supuesto existe un punto psicológico en todo este asunto, pero es completamente injusto decir que este comportamiento se debe únicamente al marketing. 
Retrocedamos un poco más, a la corte francesa en su momento de mayor decadencia. ¿Acaso se endeudaban los nobles porque consideraban que satisfacían una necesidad? Por supuesto que no. Una vez más vienen por detrás otros motivos principalmente el de status. E incluso hay tribus africanas en la que se ha descubierto un cambio de estilos en los collares de las mujeres debidos solamente al punto cíclico de la ropa y los complementos, puesto que a todos nos gusta cambiar. 
Y no hay que olvidar una cosa: uno siempre va a querer estar por encima de su  vecino. Ya sea con el coche o la ropa, o con su cultura e ideas (que por supuesto serán las únicas correctas).

Notas manuscritas

Puede que este tema no parezca que tiene mucha relación con la moda, pero como decía Coco Chanel: la moda está en todas partes, en la calle y en la gente. Aunque puntualizando, supongo que tiene más que ver con la elegancia.
Otro tema que siempre me ha gustado tratar. ¿Qué es lo que diferencia a dos pesonas igualmente vestidas? de, Chloè, por poner un ejemplo. Por supuesto no es lo que llevan, sino lo que hacen.

Lucy Kellaway es columnista en el Financial Times y aunque sus artículos suelen estar dirigidos al mundo de la empresa, siempre se puede sacar algo en limpio para nosotros. Una especia de Benchmarking.

Recuerdo un articulo (ya no está, por desgracia) que me gustó especialmente en el que hablaba de la utilidad de escribir notas y agradecimientos manuscritos para elevar la motivación de los trabajadores. En un mundo dominado por Iphones, Blackberrys, Facebook y Whatsapp, una nota, una carta tiene el valor de mostrar a alguien que es especial. Ponía el ejemplo de un director que en lugar de mandar un email de agradecimiento a su equipo por la realización de un proyecto, les había escrito una nota. A pesar de ser la misma para todos, los trabajadores, inconscientemente, apreciaban la molestia de escribir, y sin darse cuenta, quedaba constancia del agradecimiento.

Escribir cartas, notas y agradecimientos parece más una costumbre de nuestros abuelos pero ¿Por qué no felicitar por carta? Creo no ser el único al que le hace ilusión recibir correo, por eso la persona a la que se lo mandemos, podemos asegurar que lo agradecerá. Cierto que no estamos en Las amistades peligrosas, pero siempre hay alguien a quién escribir. Christmas, cumpleaños, agradecimientos, o sencillamente una carta a un amigo en el extranjero.

Eso es lo que marca la diferencia. Eso, quizás, sea la elegancia.

Vulgaridad aceptable, pijerio a rechazar

- ¿Y cómo eran?
- Vulgares, pero con esa vulgaridad aceptable. Después de todo tenían cierta cultura. Es la diferencia entre la vulgaridad que se tiene desde que se nace o la que se adquiere con el tiempo. Al igual que no es lo mismo el sibaritismo, mejor llamémoslo pijerío, que se trae de casa o el pijerio parvenu. Si yo pido una pala de pescado en un restaurante podría considerarse como una deliciosa excentricidad.
- ¿Y si lo hiciera otro?
- Si se tratara de una de esas personas que por llevar una camisa con un caballo enorme bordado se creen mejor que los demás, no se vería en ese gesto más que a un pedante en toda regla. Por eso mismo, éstos pueden permitirse el lujo de ser horteras, porque en el fondo, poseen otras cualidades que incluso les otorgan un cierto halo de, si no elegancia (lo cual sería algo presuntuoso) de estilo personal en cierto modo pasable.
- Aunque en el fondo preferirías que vistieran y se comportaran como tú.
- Es evidente. Aunque con el tiempo te das cuenta de que, si exiges a tus amigos tanto como te exiges a ti mismo, bueno, no tendrías un solo amigo.

¿Por qué pedir perdón?

¿Por qué pedir perdón por no postear más a menudo? Un blog es de uno y no tiene porque dar ninguna explicación. Faltaría más que nuestras aficiones se conviertan en obligaciones. A no ser que pretendas utilizarlo como una herramienta para hacerte un hueco en el mundo de la moda (Dios nos libre) no tiene sentido.

Por otro lado, esto supone anteponer la cantidad a la calidad. ¿No es mejor publicar esporadicamente con "articulos" con más cuerpo que estúpidos todos los días? Supongo que no está mal obligarse a ser costante (una virtuda muy de capa caida en estos tiempos) pero siempre y cuando se disfrute mínimamente con ello.

Por eso digo: No os disculpeis.

De sentirte cómodo y en tu piel

El problema del verano es que no me siento cómodo con su ropa. Normalmente intento escaparme a lugares donde pueda llevar pantalón largo y un jersey para cuando refresca, pero este año, he acabado más al sur.
Y hace calor. Por lo que mi uniforme consiste en pantalón corto y camiseta. Polo y náuticos dependiendo del plan. Pero nada más.
La cuestión es que el otro día refrescó (¡gracias a Dios!) pude ponerme unos vaqueros y una camisa. Estuve con un conocido recién conocido y me dijo uno de esos cumplidos tan poco comunes.
Dijo que se notaba que esa era mi ropa, mi estilo, porque se me notaba mucho mas a gusto en mi piel.
Algunas personas tienen el don del camuflaje: pueden ir cambiando de estilo y en todos se sienten bien. Desgraciadamente, yo solo me siento cómodo en aquello que conozco.

Gente de verano





Si es que es bajar por primera vez a la playa, y pensar ya en el verano. Y para mi, pensar en verano, es pensar en películas francesas de los 70. ¿Nadie más piensa que el Tecnicolor hace el verano más... verano? Me gustan el verano idealizado a lo Costa Azúl:
Tomar el sol hasta el cancer, sin preocuparse de las arrugas, fumar cigarros sin parar, dormir la mona en la tumbona y despertar viendolo todo casi en blanco y negro a causa de la luz. Y sobre todo, olvidarse de hombres a lo "Hombres, mujeres y viceversa", para preferir tomarse un ricard con hombres como Delon, Bellmondo, Castelnouvo o Sorel.

El mechero de Dupont

Todo empezó con el mechero Dupont. 
Había leído sobre él en algún lado, probablemente en algún Vogue de la peluquería. Ella era una “fashionista” por supuesto, pero no veía ningún sentido en gastarse 10 euros mensuales en revistas. Compraba la Elle a veces y muy de vez en cuando el Vogue, porque claro, era Vogue y había que leerlo, o al menos decir que se leía. 
 El mechero había llamado su atención en el momento, pero lo había dejado aparcado en su memoria hasta esa tarde. No sabía por qué pero no había dejado de fantasear con él. Se trataba de un sencillo encendedor de oro ligeramente rosado con un efecto granulado. Resultaba gracioso porque ella no fumaba, pero aún y todo lo quería. Estaba convencida de que su vida sería mejor que ese mechero. ¡Tenía que serlo! 
 Juguetearía con él mientras al tiempo que miraría a su interlocutor de forma enigmática. Como las protagonistas de las películas francesas de los años 70. Le encantaban esas películas, con sus vestiditos y su colorines. Por supuesto no había visto ninguna de esas películas entera, pero era normal, se excusaba con ella misma: resultaban un aburrimiento. Le gustaba pensar que esas películas no estaban hechas para ser vistas como otras películas, eran películas “inspiracionales” como decía a sus amigas, a las que tachaba de incultas.
 Siguiendo esa línea de pensamiento, acabó en Paris. Pensó en lo estupendo que sería pasearse con un abrigo beige, su mechero y unas enormes gafas de sol mientras comía un croissant. No había oído hablar de los macarons, de haberlo sabido, los hubiese cambiado por el croissant. Había llamado a su “cari” y le había sugerido que se fueran a Paris un fin de semana. Sería tan romántico... Tanto arte, tanta belleza y romanticismo. Bueno, no irían a los museos porque a fin de cuentas, ahí solo disfrutaban los intelectuales, y ellos se aburrirían entre tantos cuadros y esculturas rotas. A Louvre si que irían, para sacarse una foto delante de la pirámide de cristal donde se rodó El código DaVinci, pero sin entrar.
 Para comer, se conformarían con algún MacDonalds, ya que, al final, una hamburguesa era mucho más comida que la “comida elegante” y sobre todo, más barato.Tendrían que ir a la torre Eiffel, para sacarse fotos con su “cari” y podérselas enseñar a sus amigas. Le convencería para que le comprara una rosa y así sería más romántico aún. Siguió pensando que, si ponía las fotos en blanco y negro, saldrían mucho más “parisinas”.Después se sentarían en un café típicamente francés y pediría un café mientras sacaba el mechero del bolso. Puede que incluso la confundieran con una auténtica francesa. Aunque eso sí, esperaba que el camarero supiera hablar español, porque tanto ella como su “cari” andaban algo justos de idiomas. A lo sumo un poco de andaluz o español con acento catalán para cuando iban a Barcelona. Tenían mundo, pero no tanto. 
 Sí, un mechero Dupont le cambiaba la vida a una chica. Aunque ella no se gastaría ni loca los doscientos euros que costaba. Seguro que en esa tienda donde había encontrado esa cartera de Louis Vuitton tan ideal, encontraba algo parecido.

Cómo salir en el Street-Style

Si quieres salir en una foto de Street-Style lo tienes muy facil. No tienes más que restacar las pieles de tu abuela y una camiseta turquesa de tiras tan de los 90 (por alguna razón siempre he relacionado ese color con los 90) . Añádele unos pantalones vaqueros de lo más desgastados y complétalo con unos zapatos bien lustrosos. 

Está claro que a los desfiles la gente va más a ser visto que a ver. ¿Dónde quedó eso de mejor pasar desapercibido por bien que llamar la atención por mal? Mezclar ropas por que sí, no te hace más moderno, te hace ser un dejado. Y cuidado que metro o que bus coges: no todo el mundo entiende "lo moderno"

And fucking live

No es realmente mi estilo, pero reconozco que no me importaría pasar una temporada viviendo así. Tatuajes, ropa indie (tiene un algo que me encanta) chicas maquilladas, chicos con pose de enigmáticos, mucho alcohol, pelo largo y fotos retro.
Puede que su atractivo para mi resida en el hecho de que es un mundo que desconozco. No puedo decir lo mismo de otros ambientes, pero este resulta un misterio, todo nuevo, ligeramente bohemio.
Y que todo esto nazca por un jersey de lana cedido…