Museo de la moda
Museo de la moda

"Comunícate mediante tu armario. Los zapatos son una señal de estilo así que invierte a lo grande (Manolo Blahnik, Patrick Cox, Stephane Kelian, Casedi, Bruno Magli, Chanel). Lleva un perfume elegante y un pañuelo de seda vintage de cierto nivel (La santísima trinidad: Gucci, Pucci o Fiorucci) y tendrás la imagen correcta de una persona de mundo con ese aire de - falsa - despreocupación tan chic"
No hace falta tomárselo en serio, o sí, quién sabe.
Un conocido mio por ejemplo es completamente fiel a los polos de Lacoste. Los tiene prácticamente en todos los colores y raro es el día en el que no lleva uno. De hecho, de mayo a septiembre es prácticamente imposible verle con otra prenda.
Otra amiga sólo compra cosméticos de Chanel, y tras acompañarla una vez a Sephota puedo decir que se gasta una buena cantidad de dinero. Eso si, luego recorta yendo a Zara. Pintauñas, base y otros productos de los que, como buen hombre, desconozco su utilidad.
Si, supongo que todos somos fieles, aunque sea a una marca.
Pero hay algo diferente en este libro. Es otra visión de ese personaje que todos creemos conocer tan bien. Tiene un punto de autentica intimidad, como cuando observas a alguien que no sabe que lo haces.
Esa es precisamente la perspectiva la que hace tan interesante el libro. Y es que las fotografías de Douglas Kirkland guardan siempre una distancia, como el cazador que no quiere asustar a su presa, consiguiendo desde esa distancia una cercanía con Coco Chanel poco vista.
Otro libro en mi lista destinada a vaciar mi cuenta corriente. Aquí.
Hace tiempo ya encontre éste video de una entrevista que le hicieron y me encantó. Os la he traducido. Espero que la disfruteis.
Sí, toca comprar antipolillas, guardar los abrigos en fundas, empezar a sacar camisetas que tenías olvidadas y reencontrarse con ellas, como dice Coco Chanel, como si fueran viejos amigos que uno se topa por la calle. Toca también tirar ropa (una de las cosas que a mí más me cuestan) y lavar algunas prendas que, aunque están limpias, huelen a cerrado.
Toca envolver los jerseys buenos en tela (el sumun de la sofisticación) y guardarlos en cajas con unos cuantos antipolillas, ya sabes, por si acaso. Y toca ver como tu armario parece más grande, porque claro, la ropa de verano ocupa menos.
Y por suerte para algunos, por desgracia para otros, descubrir que realmente no necesitas ropa nueva, que es lo bueno que tiene el verano: su simplicidad y estabilidad.
Y si no, me remito a mis palabras.
Hacen que el comprar sea el lujo, no la prenda. Se visitan anuncian en las guías como si de un museo se tratara, o una escultura, o una pieza de arte. Y al final tiene un poco de las tres.
¿Quién de vosotros no piensa en Chanel cuando digo Rue Cambon? Una callejuela (porque no es más que eso) que nadie conocería si no fuera porque ahí se instalo una de las mejores casas de moda de la historia?
A fin de cuentas, mucha de la gente que quiere entrar en estos sitios no es por comprarse un 2:55 si no por ver la escalera de espejos. Supongo que a fin de cuentas, tiene más de templo y museo de lo que pensamos.
Pour Noël, rien de mieux que la pub de Chanel Nº 5 d’Estella Warren. Je l’adore. C’est pas Noël sans Chanel Nº5. La petite chaperonne rouge, le loupe, la musique de Danny Elfman (Edward aux mains d’argent), la tour Eiffel. Bref, tout.
Por que para ser moderno, primero hay que conocer a la perfección lo clásico.
Por que la gente de la calle, y no me refiero a la chula de mostoles, si no a la gente normal, lo que de verdad le interesa es comer bien. Y por supuesto que queda muy bien entre los amigos decir que llevas algo "de marca" (odio esa expresión) o cuando te invitan a una casa servir alguna monstruosidad de "cocina de fusión", pero lo que se come todo los días es un buen filete con patatas y lo que se viste es ropa de Zara. Podremos decir lo que queramos, podremos decir que no es Chic, Cool o todas las palabras extranjeras que se nos ocurran, pero es la realidad.
Al pan, pan y al vino, vino. Por que , aun y cuando nos guste la cocina y nos consideremos algo "Gourmet", al quedar con los amigos para tomar algo, un bocadillo de tortilla de patatas o de calamares en Sol te sabe a gloria.
Por que la ropa de Zara será lo que querais, pero está a la moda, sienta bien, y en españa hay armarios llenos de ropa de la misma.
No quiero quitarle importancia a nadie. La alta costura es genial y los mismo pasa con los buenos restaurantes. Pero hay que admitir, que no es ni comida ni ropa
de diario.
Cuando algo pierde su función principal, es que algo falla.
P.D. Para algún anonimo: Tambien sé hacer un blog solo con texto.
Je voudrais vous presenter une combinaison que j'aime bien. Je la trouve clasique mais sport au même temp.
Melanger une veste de tweed avec de jeans c'est pas trop compliqué; néanmoins, je la vois pas trop souvent. Quand on a besoin d'une veste on oublie la lanne.
Pour un jeune homme c'est pas necessaire porter aussi un pantalon en laine, c'est suffit avec les veste et les jeans.
C'est curieux qu'en cherchant de photos, j'ai eu du mal a trouver du tweed chatain. On l'associe peut-être avec l'image de prof d'université americaine?
¡L'homme dois reconquérir le tweed! C'était pas Chanel qui l'a inventé....
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Con este post quería presentaros una combinacion muy de mi gusto. La considero clásica pero juvenil, sport, que se dice ahora.
La convinación de una chaqueta de tweed con unos vaqueros puede parecer sencilla; pero por alguna razón, no la suelo ver demasiado. Cuando hay necesidad de usar americana, parece ser que la gente se inclina más bien por una de otro tejido más fino y se olvidan de la lana.
No creo que haya necesidad de vestir de pies a cabeza de tweed, como se hacía y aun se hace en Reino Unido, aunque no lo descarto para alguna ocasión que lo requiera. Solo digo que una americana de tweed con unos vaqueros decentes puede sacar de más de un apuro.
Me ha llamado la atención que, buscando fotografías para el post, me ha costado mucho encontrar convinaciones de tweed marrón y vaqueros, todas era de tweed gris. Con lo bonito que queda un tweed marrón. ¿Será que lo relacionan con la imagen de profesor universitario con coderas de cuero? En cualquier caso lo encuentro una muy buena mezcla de tejidos y colores.
¡El hombre debe volver al tweed! Después de todo, no lo invento Chanel, aunque algunos así lo crean...
P.D. Reivindico el uso de la palabra "vaquero" sobre el anglicismo "jeans". Usar una palabra extranjera cuando ya existe una en castellano me resulta muy pedante. Justo apruebo la denominación "denim"

pero os haceis a la idea. Sencilla camisa azul, corbata (siempre) y zapatillas.
Ya sean zapatillas o zapatos, al contario que el modelo, que sean del mismo color de la americana

Combinación de colores perfecta. Tweed marrón claro, camisa blanca, vaqueros y zapato marrón.

Je me rappele seulement qu'il m'a dit que, mème quand elle était vielle, el se maquilla et se peignit les levres beacoup. Il a laissé bien claire que ça, n'était pas bien.
L'histoire m'est revenu après avoir lu une interview avec Beatrice D'orleans. Voici-le:
Moi, je trouvais mademoiselle pas belle, avec les levres rouges et ses lunettes énormes. Il faut considerer qu'à l'époque, elle n'était pas si connue, c'était avec le temp qu'elle est devenu un icône et ses dessins indispensables.
C'est pas vrai qu'on a tendance à porter aux nues nos héros et on oublie ses defauts?
Il faut penser que, un defaut exalte les qualités. Et defois, un defaut peut montre plus qu'une qualité. Sur tout en mode.
Tengo un recuerdo curioso de cuando yo debia de tener unos 7 años: no se a santo de qué, mi padre me habló de Coco Chanel.
Me gustaría saber en qué estaba pensando para hablarle a un criajo de mademoiselle.
La cuestion es que, lo único que recuerdo es que me dijo que Coco chanel , hasta cuando ya era una anciana, se envadurnaba la cara de maquillaje y se pintaba los labios más de lo necesario. Dejó claro que eso era algo reprochable.
No había vuelto a pensar en ello hasta que el otro día abri un vogue españa en el que entrevistaban a beatriz d'orleans, y comentaba lo siguiente:
A mí, mademoiselle me parecía fea, con labios rojos y enormes gafas. Ten en cuenta que en esa época no era tan conocida, fue con el paso del tiempo cuando se volvió un icono y sus diseños se volvieron imprescindibles.
¿No es cierto que, a veces, tenemos tendencia a ensalzar tanto a nuestros heroes que olvidamos sus defectos?
Un defecto no es necesariamente malo, no hay virtudes sin ellos. Igual que no hay derechos sin obligaciones.
Hay que recordar siempre que en una persona, los defectos son los que realzan sus virtudes. Y que a veces, un defecto muestra más que una virtud. Especialmente en moda.
Pasé todos los momentos libres con Chanel. Lo que le mantenía tan interesada en mí era la relación con Luchino. Siempre se esforzaba por averiguar cosas sobre él.
- Una nunca deja de ama a la gente que ha amado – dijo una vez con tristeza -. Aunque la traicionen a una, no es cierto que el verdadero amor se convierta en odio; se convierte en resentimiento, en cólera. Pero el amor que se ha tenido persiste por siempre, no por la otra persona... no, sino por una misma, por ese momento de la vida. Mo importa realmente quién es la otra persona; ese instante tiene una duración eterna.
De pronto interrumpió la línea de pensamiento triste y se puso a hacerme más preguntas sobre Luchino. No dijo por qué, aunque la razón resultaba evidente. Era altiva y recia, y tanto mejor así, dado el mal momento que estaba pasando. Recuerdo que cerca del final de mi estancia fui a la rue Cambom y la encontré en un estado de semilocura. Me llevó un tiempo conseguir que me dijese algo sensato, pero poco a poco se supo que la fuente de su furia era la historia de su perfume, el famoso Chanel Nº5. Se lo había vendido a una firma norteamericana por una suma muy importante, pero ahora resultaba que nunca había entendido el contrato. Se encontraba a punto de sacar otros dos perfumes: uno era Mademoiselle Chanel, el otro Número Trente-et-un, el número de su tienda de la rue Cambom. Ahora descubría que no podía usarlos: al vender sus derechos por el Chanel Nº5, se había comprometido a no crear ningún otro perfume que tuviese alguna relación con su nombre.
- Je suis folle – dijo -. Estuve loca cuando hice eso para esos norteamericanos, nada más que por dinero, por dólares. ¿Por qué lo hice? ¿Por qué? Y huélelo, huele. - Me puso un frasco bajo la nariz y era un perfume increíble, encantador. Todavía puedo olerlo. “Mademoiselle Chanel” era dulce y seco, como el lirio del valle. “Trente-et-un” era cálido y ardiente. Tenía cajones enteros de ellos, que ahora debía destruir. Le pregunté si podía darme uno de cada uno.
- Toma todos los que quieras – dijo, pero de pronto cambió de opinión-. No, por favor, la gente los probará y querrá comprarlos. Vendrán a buscar más, y en cada ocasión será como una puñalada en mi pecho. - Y entonces se puso muy suspicaz. - Es mejor que no – agregó -. Los perfumes como estos son tan memorables... No quiero despertar un día y descubrir que Mademoiselle Chanel se ha convertido en Mademoiselle Dior.
Pero yo me guardé en secreto un frasco de cada uno, pues los perfumes parecían demasiado buenos como para desperdiciarlos. El resto fue a parar literalmente a la alcantarilla.
Sin embargo, Coco estaba mezclada en otras cosas, aparte del perfume. Le interesaban las joyas, y fue una de las primeras en combinar piedras falsas con gemas verdaderas, para poner de moda las “joyas de vestir”. Louis Cartier creó algo parecido a la vuelta del siglo, usando juntas piedras preciosas y semipreciosas, pero nunca utilizó nada que no fuese por lo menos semiprecioso. Nadie se había atrevido hasta entonces a juntar una perla simulada con diamantes verdaderos, o zafiros falsos con otros de verdad, como hacía Chanel.
Cuando me hallaba con ella tenía que recordar que esta dama diminuta, delgada, había sido la amante de hombres poderosos, y la creadora de una forma totalmente nueva de vestirse. Era el centro de casi todo lo artístico de la vida francesa de este siglo, desde Diaghilev y el ballet hasta Picasso y la pintura, y hasta Cocteau y la poesía. Dado lo ocurrido desde entonces, resulta extraño recordar que en ese momento creía encontrarme en la cima de mi ambición. Lo pensaba porque trabajaba para Visconti y era patrocinado por Chanel. Y en verdad era algo poderoso que una persona de veintiséis años estuviese sentada en Fouquet, en los Champs-Elysées, con Coco Chanel.
Siempre he pensado que me hubiera gustado haber vivido en Paris desde 1900 hasta 1960. Todo el mundo se relacionaba. Es gracioso ver como en cualquier biografía de artistas de la época, siempre salen los mismos personajes. Y no solo artistas, políticos también. Clemenceau, Churchill, Picasso, Stravinsky, Cocteau, Visconti.... y un largo ecetera.
El segundo día de mi visita seria el más importante. Me dirigí al 31 de la rue Cambon, para ver a Coco Chanel. Cuando llegué, una de esas porteras francesas famosas por su grosería se digno a decirme que Mademoiselle Chanel no estaba ahí, que vivía en el Ritz. Cuando dije que iría a verla allá, el esperpento me preguntó si estaba loco. ¿Acaso imaginaba que recibiría a alguien a las once y media de la mañana? Entendí el mensaje y resolví esperar hasta la tarde. Para matar el tiempo, fui al Louvre, a ver la Mona Lisa, y me sentí totalmente deprimido ante lo pobremente que se exhibían “nuestros” cuadros.
Con esto pensamientos irritados rondándome por la cabeza volví al Ritz y llame a las habitaciones de la Chanel. Una voz de mujer respondió a la llamada, quiso saber quién era, y cuando resulto claro que mi francés estaba lejos de ser perfecto, se mostró menos amable aún.
- Tengo una carta para Madame Chanel – traté de explicar.
- ¿Madame?
- Sí.
- Creo que se refiere a Mademoiselle Chanel. Puede dejársela al portero.
- No puedo, es más bien especial.
- ¿Y de quién es esa carta especial?
Era una voz que podía aplastarlo a uno incluso por teléfono.
- De Luchino Visconti – expliqué.
Hubo un silencio mortal de una mano sobre la bocina, y luego, al cabo de una pausa, la voz se escuchó de nuevo.
- Puede subir.
Así conocí a Maggie Van Zuylen, la gran amiga de Chanel y una mujer de inmenso encanto carácter divertido... sí, divertido. Cuando entre en las habitaciones exteriores, ella, de pie, injuriaba, con el vocabulario de una ramera, a alguien, a través de otra puerta.
- Pedazo de Va – gritaba -. No me asustas, putita.
De pronto apareció Chanel, en el vano de la puerta , tal como me la había imaginado, con unode sus trajes de sastre, con sombrero y perlas, pero blandiendo, inesperadamente, una fusta de montar e imitando a su amiga, palabra por palabra, en sus groserías verbales.
- Puta, ramera, vaca... - Las palabras volaban de un lado a otro, hasta que de pronto las dos cayeron en un acceso de risas, y me di cuenta de que todo aquello había sido un juego loco. Cerré rápidamente mi boca abierta y traté de no parecer el provinciano que llegaba a la ciudad.
Chanel hizo caso omiso del incidente, se acercó a mí y tendió la mano para pedir la carta.
- ¿Así que usted es el amiguito de Luchino?
- Su colaborador – dije -, su ayudante.
Enarcó una ceja.
- Léamela – dijo.
De manera que leí el mensaje de Luchino, que le pedía que me ayudase, y decía que me ayudase, y decía que en cuanto yo hubiese preparado todo, él viajaría.
- No vendrá – dijo-. Es tan mentiroso.
Entonces le susurró algo a Maggie, y las dos volvieron a lanzarse palabrotas, y a gritar. Retrocedí, un tanto asustado por ese nuevo estallido.
- ¿Dónde se aloja? - Preguntó durante una pausa en la discusión -. Vaya a su hotel. Yo me comunicaré.
Maggie me acompañó hasta la puerta.
- No se preocupe – dijo, amable -. Ella hará lo que pueda, lo sé.
Salí del Ritz, muy confundido, y regresé lentamente a Saint Germain, demorándome para contemplar el espectáculo. Llegué a mi hotel tres horas más tarde.
Había correspondencia. No pude creerlo. Chanel había enviado un mensaje con cartas escritas a mano para algunas personas fundamentales. Tenia una intuición muy fina en cuanto a quiénes eran las personas que convenía que conociera. […] También había una nota para mí: “Vuelva a verme cuando quiera. Me agradaría hablar de nuevo con usted”
[…]
- Necesito un poco de aire – dijo Chanel cuando fui a visitarla. De modo que salimos a caminar. Sólo más tarde descubrí cuán bondadoso era ese gesto, de su parte. Todavía se encontraba en dificultades a causa de sus relaciones, durante la guerra, con un oficial alemán, y por lo general prefería eludir los lugares públicos, donde podía ser objeto de un desaire. Hacía poco había sido perdonada por el gobierno, pero su carrera estaba arruinada y no podía trabajar. Mientras caminábamos, un par de muchachas aparecieron delante de nosotros, ataviadas a la última moda... el “new look” de Dior, con una falda voluminosa, ceñida a la cintura, tacones precarios, sombrero de alas anchas, caídas y un bolso minúsculo. Es probable que todo el conjunto fuese el menos práctico que se hubiese creado, pero estaba muy, muy de moda. Eso era lo que había remplazado la sencilla elegancia de Chanel, y que esas dos criaturas se contoneasen delante de nosotros fue como un trapo rojo para un toro.
- Mírelas – chirrió Chanel con una voz que llegaba hasta el otro extremo del bulevar -. Estúpidas, vestidas por maricas que viven sus fantasías. Sueñan que son mujeres, de modo que hacen que las mujeres de verdad parezcan travestis.
Para entonces, las dos jóvenes trataban, sin éxito, de alejarse de la que deben de haber pensado que era una lunática que las seguía.
- ¿No ve? - chilló de nuevo Chanel, con su poderosa voz -. Apenas pueden camina. YO hice ropa para la mujer nueva. Con mi ropa, ésta puede moverse y vivir con naturalidad. Y ahora mire lo que han hecho esas criaturas. ¡No conocen a las mujeres, nunca han tenido una mujer!
Presuntamente sorprendida en su equilibrio por esta tirada, una de las jóvenes dejó caer su diminuto bolso. Se detuvo y trató de inclinarse para recogerlo: tarea imposible., dada la altura de de los tacones, la amplitud del vestido y lo ceñido de su cintura de avispa, típico, todo ello, del estilo. Estuve a punto de precipitarme a ayudarla, cuando la mano de Chanel me contuvo. Con una tremenda expresión de triunfo, tomó el bolso y se lo entregó a la aterrorizada joven.
- Et voilà – dijo, y se echó a reír sin poder contenerse.
Las jóvenes huyeron, y yo me enorgullecí de la conducta de Chanel. Me di cuenta de que planeaba su venganza, y de que no se dejaría relegar al pasado, como planeaban sus rivales.