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- Miranda siempre, siempre lleva un pañuelo blanco de Hermès en su indumentaria y casi siempre alrededor del cuello, aunque a veces pide a su peluquero que le haga un moño con él o lo utiliza como cinturón. Es su distintivo. Todo el mundo sabe que Miranda Priestly lleva siempre un pañuelo blanco de Hermès. ¿No es genial?
[...] Y unos doscientos pañuelos Hermès de color blanco. Me habían contado que Hèrmes había decidido acabar con la fabricación de ese modelo, un sencillo y elegante recuadro de seda blanco. Alguien de la compañía pensó que debía una explicación a Miranda y la telefoneó para disculparse. Como era de esperar, ella le comunicó fríamente su decepción y compró todas las existencias que quedaban de ese modelo. Dos años antes de mi incorporación a la empresa llegaron a la oficina quinientos pañuelos, y ahora quedaban menos de la mitad. Miranda se los dejaba por todas partes: restaurantes, cines, desfiles, reuniones, taxis. Se los dejaba en los aviones, en el colegio de sus hijas, en la pista de tenis. Sin embargo, siempre llevaba uno incorporado elegantemente a su atuendo. Todavía no la había visto fuera de casa sin pañuelo. Pero eso no era razón para que faltaran tantos. Tal vez Miranda pensaba que eran pañuelos de nariz, o gustaba de hacer anotaciones sobre seda en lugar de papel. Sea como fuere, daba la impresión de que realmente creía que eran de usar y tirar, y nadie sabía cómo sacarla de su error. Elias-Clark había pagado doscientos dólares por cada uno de ellos, pero qué importaba eso; nosotras se los pasábamos como si fueran Kleenex. Al ritmo que iba, en dos años ya no quedaría ninguno.
Yo había colocado las cajas naranjas de los pañuelos en el estante del armario destinado a repartos inmediatos, de donde salían con rapidez. Cada tres o cuatro días, Miranda se preparaba para salir a comer y decía con un suspiro: An-dr-aaa, tráeme un pañuelo.
Me consolaba pensar que me marcharía de allí mucho antes de que se le acabaran. Quienquiera que tuviera la mala suerte de estar ocupando mi lugar ese día estaría obligado a comunicar a Miranda que ya no le quedaban pañuelos Hermès y que no era posible confeccionarlos, importarlos, crearlos, encargarlos o exigirlos. Sólo de pensarlo se me erizaba la piel.
El diablo viste de Prada - Lauren
¿Tienes alguna prenda o complemento que siempre te acompañe e identifique? ¿Cuál es?
Sí, toca comprar antipolillas, guardar los abrigos en fundas, empezar a sacar camisetas que tenías olvidadas y reencontrarse con ellas, como dice Coco Chanel, como si fueran viejos amigos que uno se topa por la calle. Toca también tirar ropa (una de las cosas que a mí más me cuestan) y lavar algunas prendas que, aunque están limpias, huelen a cerrado.
Toca envolver los jerseys buenos en tela (el sumun de la sofisticación) y guardarlos en cajas con unos cuantos antipolillas, ya sabes, por si acaso. Y toca ver como tu armario parece más grande, porque claro, la ropa de verano ocupa menos.
Y por suerte para algunos, por desgracia para otros, descubrir que realmente no necesitas ropa nueva, que es lo bueno que tiene el verano: su simplicidad y estabilidad.
Y si no, me remito a mis palabras.

La blackberry no es un teléfono ni una PDA, es un complemento. Como todos esos complementos que han perdido parte de su utilidad (véanse gafas, bolsos) para convertirse en un símbolo de estatus.
Y eso queda muy claro a la hora de llevar la blackberry; el móvil se lleva en un bolsillo o en el bolso, la blackberry, atención, se lleva en la mano. Bien protegido con una funda (rosa y negro parecen los colores más populares) parece más un bolso de mano que un teléfono.
Por supuesto, la blackberry es un artilugio muy útil, recibir emails y navegar por internet en cualquier sitio es una maravilla. Pero no es el único dispositivo que permite hacerlo. La blackberry es una marca, y donde hay una marca, hay un estatus, una categoría. Por que para eso están las marcas, para diferenciar.
¿Tienes un Iphone? Seguramente eres un enamorado de los nuevos “gadgets” (horrible palabra, por cierto) o alguien con un trabajo relacionado con las nuevas tecnologías, ¿Tienes una blackberry? Forzosamente debes tener un trabajo de lo más glamouroso e interesante, ¿ o no? Estatus, una vez más.
Por que antes existíamos cuando pensábamos, ahora “recibo, luego existo”. No eres nadie si nadie te escribe ¿no? O peor aún, si nadie ve tu blackberry.
A fin de cuentas, da igual que solo la uses como un teléfono móvil normal. En un bolso de fiesta no te entran muchas cosas, y puedes prescindir a menudo de tus gafas de sol pero, ¿Quién dijo que los complementos tenían que ser prácticos?
Aclaración: No tengo nada en contra de las blackberrys ni contra la gente que las usa. Es simplemente que últimamente me he visto rodeado de ellas en manos de gente que realmente no las necesita.

Las gafas de sol son EL complemento por excelencia. Pero ¿cuál es el encanto que poseen? ¿Por qué cualquier pseudo-famoso o una persona con ínfulas de grandeza las llevan? ¿Es por lo que esconden o precisamente por lo que dejan ver?
Antiguamente (y actualmente también) se decía que los ojos eran los reflejos del alma. No hay parte de la cara que delate tanto nuestras emociones que los ojos, y siguiendo una mentalidad anglosajona , en la que mostrar las emociones es síntoma de debilidad, unas buenas gafas de sol resultan una buena aliada.
Esto promueve la idea de que, aquellas personas que no se quitan las gafas de sol deben de tener alguna importancia para querer mostrarse tan imparciales y distantes. ¿Quién no odia hablar a unas gafas de sol? Voila la distancia.
Por otro lado, están esas personas que actúan de una forma que al principio puede resultar contradictoria, hasta que vemos cual es su objetivo. Ya que, fingiendo ocultarse tras unas gafas de sol, consiguen llamar la atención. Siendo este el objetivo principal.
Una vez esto promueve otra idea: si lleva gafas de sol, debe de ser famoso o cuando menos, muy cool. Lo cual no es más que el escalafón más bajo de la fama.
Vamos, que uno se esconde, precisamente para ser encontrado.
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Sunglasses are THE accessory. But what is the charm they possess? Why would any pseudo-celebrity or a person with pretensions of grandeur wear them? Is it because of what they hide or perhaps because they let on?
It is said that the eyes are a reflection of the soul. No part of the face betrays our emotions more than the eyes, and by the Anglo-Saxon standards, in which showing emotions is a sign of weakness, good sunglasses are a good ally. This promotes the idea that those People who do not remove sunglasses must have some importance to appear so impartial and distant. Who doesn't hate talking to a pair of sunglasses? Voila, distance.
On the other hand, there are those people who act in a way that can be contradictory at first, until we know their agenda. And, pretending to hide themselves behind sunglasses, they are calling your attention. Being this the main objective. This raises another idea: if you wear sunglasses, you must be famous or at least very cool. Which is not more than the bottom rung of fame.
If someone hides away, it is only to be found.