Rojo



El rojo era definitivamente su color.

No había lugar a dudas. Rojo era su vestido de satén en medio de la penumbra de la sala de baile. Rojo era el único color que se distinguía entre los bailarines de smoking. Rojos eran sus labios que resaltaban en su piel blanca como la nieve, casi imposible, y sus cabello negro. Una Blancanieves sensual.

Era ese rouge Chanel que siempre llevaba y que enmarcaba la mueca de desdén que dejó escapar al verme.

Con una rabiosa suavidad se acercó a mí y sus uñas, rojas, garras sangrientas, me agarraron del brazo arrastrándome al centro de la pista mientras lo demasiado esbeltos hombres se abrían en pasillo. Era como una presa anestesiada, demasiado débil para luchar, de un animal salvaje de la jungla.

Y su vestido, rojo, rojo, rojo, flotaba a cámara lenta ante mí, y yo me dejaba hacer. Hipnotizado por aquella llama de fuego hecha mujer, igual de ardiente, igual de peligrosa.

Al llegar al centro se giró, me tomó dispuesta a bailer y me miró a los ojos.

Nos observamos durante unos segundos, unas horas.

Eran aquellos ojos, donde incluso se intuía, un brillo escarlata. En su mirada de odio, de ira.

Y al ritmo de la música que tocaba un polvoriento quinteto bailamos ella y yo, agarrados, pegados el uno al otro casi con violencia. Y yo me diluía en ella, en su color, sin escapatoria posible.

Al son de aquel tango de La Cumparsita.



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2 comentarios:

dijo...

Siempre que oigo la cumparsita pienso en Some like it hot :)

dijo...

Holly: Como debe ser ;)