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Elegancia y horterez


Beverly se dedicaba a elegir para la princesa un vestido de noche. Tendría que ser, como siempre, un color llamativo combinado con otro cauto. La mejor manera de alternar la elegancia con horterez.

Terenci Moix. Mujercisimas

¿Hollywood?



¿Eres un hada buena o un hada mala?

Yo no soy ningún hada [...] de veras que no lo soy. Son feas y viejas las hadas.


¿Por qué rien?


Porque yo soy un hada; soy Glinda el hada buena del norte.


Os suplico me perdoneis, pero es que yo no sabía que las hadas fuesen hermosas.


Confundias las brujas con las hadas.



La alta costura es a veces, el Hollywood de Europa.

Dior

Ce génie léger propre à notre temps dont le nom magique comporte celui de Dieu et or.
Jean Cocteau.

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Cómo no ser el mesías de la moda con este nombre tan mágico que que mezcla el de Dios con el del oro.
Jean Cocteau

Chanel Y Zeffirelli II

Pasé todos los momentos libres con Chanel. Lo que le mantenía tan interesada en mí era la relación con Luchino. Siempre se esforzaba por averiguar cosas sobre él.

- Una nunca deja de ama a la gente que ha amado – dijo una vez con tristeza -. Aunque la traicionen a una, no es cierto que el verdadero amor se convierta en odio; se convierte en resentimiento, en cólera. Pero el amor que se ha tenido persiste por siempre, no por la otra persona... no, sino por una misma, por ese momento de la vida. Mo importa realmente quién es la otra persona; ese instante tiene una duración eterna.

De pronto interrumpió la línea de pensamiento triste y se puso a hacerme más preguntas sobre Luchino. No dijo por qué, aunque la razón resultaba evidente. Era altiva y recia, y tanto mejor así, dado el mal momento que estaba pasando. Recuerdo que cerca del final de mi estancia fui a la rue Cambom y la encontré en un estado de semilocura. Me llevó un tiempo conseguir que me dijese algo sensato, pero poco a poco se supo que la fuente de su furia era la historia de su perfume, el famoso Chanel Nº5. Se lo había vendido a una firma norteamericana por una suma muy importante, pero ahora resultaba que nunca había entendido el contrato. Se encontraba a punto de sacar otros dos perfumes: uno era Mademoiselle Chanel, el otro Número Trente-et-un, el número de su tienda de la rue Cambom. Ahora descubría que no podía usarlos: al vender sus derechos por el Chanel Nº5, se había comprometido a no crear ningún otro perfume que tuviese alguna relación con su nombre.

- Je suis folle – dijo -. Estuve loca cuando hice eso para esos norteamericanos, nada más que por dinero, por dólares. ¿Por qué lo hice? ¿Por qué? Y huélelo, huele. - Me puso un frasco bajo la nariz y era un perfume increíble, encantador. Todavía puedo olerlo. “Mademoiselle Chanel” era dulce y seco, como el lirio del valle. “Trente-et-un” era cálido y ardiente. Tenía cajones enteros de ellos, que ahora debía destruir. Le pregunté si podía darme uno de cada uno.

- Toma todos los que quieras – dijo, pero de pronto cambió de opinión-. No, por favor, la gente los probará y querrá comprarlos. Vendrán a buscar más, y en cada ocasión será como una puñalada en mi pecho. - Y entonces se puso muy suspicaz. - Es mejor que no – agregó -. Los perfumes como estos son tan memorables... No quiero despertar un día y descubrir que Mademoiselle Chanel se ha convertido en Mademoiselle Dior.

Pero yo me guardé en secreto un frasco de cada uno, pues los perfumes parecían demasiado buenos como para desperdiciarlos. El resto fue a parar literalmente a la alcantarilla.

Sin embargo, Coco estaba mezclada en otras cosas, aparte del perfume. Le interesaban las joyas, y fue una de las primeras en combinar piedras falsas con gemas verdaderas, para poner de moda las “joyas de vestir”. Louis Cartier creó algo parecido a la vuelta del siglo, usando juntas piedras preciosas y semipreciosas, pero nunca utilizó nada que no fuese por lo menos semiprecioso. Nadie se había atrevido hasta entonces a juntar una perla simulada con diamantes verdaderos, o zafiros falsos con otros de verdad, como hacía Chanel.

Cuando me hallaba con ella tenía que recordar que esta dama diminuta, delgada, había sido la amante de hombres poderosos, y la creadora de una forma totalmente nueva de vestirse. Era el centro de casi todo lo artístico de la vida francesa de este siglo, desde Diaghilev y el ballet hasta Picasso y la pintura, y hasta Cocteau y la poesía. Dado lo ocurrido desde entonces, resulta extraño recordar que en ese momento creía encontrarme en la cima de mi ambición. Lo pensaba porque trabajaba para Visconti y era patrocinado por Chanel. Y en verdad era algo poderoso que una persona de veintiséis años estuviese sentada en Fouquet, en los Champs-Elysées, con Coco Chanel.

Chanel Y Zeffirelli I

Últimamente parece que no hago más que hablar de Chanel. Este es un fragmento de la autobiografía del director italiano Franco Zeffirelli. Cuenta de un viaje que hizo a Paris siendo joven, donde, entre otras personas, conoció a Coco Chanel.
Siempre he pensado que me hubiera gustado haber vivido en Paris desde 1900 hasta 1960. Todo el mundo se relacionaba. Es gracioso ver como en cualquier biografía de artistas de la época, siempre salen los mismos personajes. Y no solo artistas, políticos también. Clemenceau, Churchill, Picasso, Stravinsky, Cocteau, Visconti.... y un largo ecetera.
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El segundo día de mi visita seria el más importante. Me dirigí al 31 de la rue Cambon, para ver a Coco Chanel. Cuando llegué, una de esas porteras francesas famosas por su grosería se digno a decirme que Mademoiselle Chanel no estaba ahí, que vivía en el Ritz. Cuando dije que iría a verla allá, el esperpento me preguntó si estaba loco. ¿Acaso imaginaba que recibiría a alguien a las once y media de la mañana? Entendí el mensaje y resolví esperar hasta la tarde. Para matar el tiempo, fui al Louvre, a ver la Mona Lisa, y me sentí totalmente deprimido ante lo pobremente que se exhibían “nuestros” cuadros.

Con esto pensamientos irritados rondándome por la cabeza volví al Ritz y llame a las habitaciones de la Chanel. Una voz de mujer respondió a la llamada, quiso saber quién era, y cuando resulto claro que mi francés estaba lejos de ser perfecto, se mostró menos amable aún.

- Tengo una carta para Madame Chanel – traté de explicar.

- ¿Madame?

- Sí.

- Creo que se refiere a Mademoiselle Chanel. Puede dejársela al portero.

- No puedo, es más bien especial.

- ¿Y de quién es esa carta especial?

Era una voz que podía aplastarlo a uno incluso por teléfono.

- De Luchino Visconti – expliqué.

Hubo un silencio mortal de una mano sobre la bocina, y luego, al cabo de una pausa, la voz se escuchó de nuevo.

- Puede subir.

Así conocí a Maggie Van Zuylen, la gran amiga de Chanel y una mujer de inmenso encanto carácter divertido... sí, divertido. Cuando entre en las habitaciones exteriores, ella, de pie, injuriaba, con el vocabulario de una ramera, a alguien, a través de otra puerta.

- Pedazo de Va – gritaba -. No me asustas, putita.

De pronto apareció Chanel, en el vano de la puerta , tal como me la había imaginado, con unode sus trajes de sastre, con sombrero y perlas, pero blandiendo, inesperadamente, una fusta de montar e imitando a su amiga, palabra por palabra, en sus groserías verbales.

- Puta, ramera, vaca... - Las palabras volaban de un lado a otro, hasta que de pronto las dos cayeron en un acceso de risas, y me di cuenta de que todo aquello había sido un juego loco. Cerré rápidamente mi boca abierta y traté de no parecer el provinciano que llegaba a la ciudad.

Chanel hizo caso omiso del incidente, se acercó a mí y tendió la mano para pedir la carta.

- ¿Así que usted es el amiguito de Luchino?

- Su colaborador – dije -, su ayudante.

Enarcó una ceja.

- Léamela – dijo.

De manera que leí el mensaje de Luchino, que le pedía que me ayudase, y decía que me ayudase, y decía que en cuanto yo hubiese preparado todo, él viajaría.

- No vendrá – dijo-. Es tan mentiroso.

Entonces le susurró algo a Maggie, y las dos volvieron a lanzarse palabrotas, y a gritar. Retrocedí, un tanto asustado por ese nuevo estallido.

- ¿Dónde se aloja? - Preguntó durante una pausa en la discusión -. Vaya a su hotel. Yo me comunicaré.

Maggie me acompañó hasta la puerta.

- No se preocupe – dijo, amable -. Ella hará lo que pueda, lo sé.

Salí del Ritz, muy confundido, y regresé lentamente a Saint Germain, demorándome para contemplar el espectáculo. Llegué a mi hotel tres horas más tarde.

Había correspondencia. No pude creerlo. Chanel había enviado un mensaje con cartas escritas a mano para algunas personas fundamentales. Tenia una intuición muy fina en cuanto a quiénes eran las personas que convenía que conociera. […] También había una nota para mí: “Vuelva a verme cuando quiera. Me agradaría hablar de nuevo con usted”

[…]

- Necesito un poco de aire – dijo Chanel cuando fui a visitarla. De modo que salimos a caminar. Sólo más tarde descubrí cuán bondadoso era ese gesto, de su parte. Todavía se encontraba en dificultades a causa de sus relaciones, durante la guerra, con un oficial alemán, y por lo general prefería eludir los lugares públicos, donde podía ser objeto de un desaire. Hacía poco había sido perdonada por el gobierno, pero su carrera estaba arruinada y no podía trabajar. Mientras caminábamos, un par de muchachas aparecieron delante de nosotros, ataviadas a la última moda... el “new look” de Dior, con una falda voluminosa, ceñida a la cintura, tacones precarios, sombrero de alas anchas, caídas y un bolso minúsculo. Es probable que todo el conjunto fuese el menos práctico que se hubiese creado, pero estaba muy, muy de moda. Eso era lo que había remplazado la sencilla elegancia de Chanel, y que esas dos criaturas se contoneasen delante de nosotros fue como un trapo rojo para un toro.

- Mírelas – chirrió Chanel con una voz que llegaba hasta el otro extremo del bulevar -. Estúpidas, vestidas por maricas que viven sus fantasías. Sueñan que son mujeres, de modo que hacen que las mujeres de verdad parezcan travestis.

Para entonces, las dos jóvenes trataban, sin éxito, de alejarse de la que deben de haber pensado que era una lunática que las seguía.

- ¿No ve? - chilló de nuevo Chanel, con su poderosa voz -. Apenas pueden camina. YO hice ropa para la mujer nueva. Con mi ropa, ésta puede moverse y vivir con naturalidad. Y ahora mire lo que han hecho esas criaturas. ¡No conocen a las mujeres, nunca han tenido una mujer!

Presuntamente sorprendida en su equilibrio por esta tirada, una de las jóvenes dejó caer su diminuto bolso. Se detuvo y trató de inclinarse para recogerlo: tarea imposible., dada la altura de de los tacones, la amplitud del vestido y lo ceñido de su cintura de avispa, típico, todo ello, del estilo. Estuve a punto de precipitarme a ayudarla, cuando la mano de Chanel me contuvo. Con una tremenda expresión de triunfo, tomó el bolso y se lo entregó a la aterrorizada joven.

- Et voilà – dijo, y se echó a reír sin poder contenerse.

Las jóvenes huyeron, y yo me enorgullecí de la conducta de Chanel. Me di cuenta de que planeaba su venganza, y de que no se dejaría relegar al pasado, como planeaban sus rivales.




Flowers for Mrs Harris

Flowers for Mrs Harris c’est un de ces livres bizarrement charmantes qu’on adore, qui nous laissent cette sensation d’une époque passé, qui nous font regarder la mode d’un point de vue plus sain.


L’histoire c’est simple: une domestique de Londres voit une robe Dior, et elle décide épargner pour pouvoir aller à Paris pour s’en acheter une.

Une vraie fashion-victim, n’est pas?


Une histoire sympa et douce, avec une morale qui récompenser l’effort qu’on fait pour les rêves pour réaliser nos rêves, et la vie décontracté.


Ecrit par Paul Gallico, bizarrement connu par son roman Poséidon, complètement différent. Une prose agréable et avec des intéressants réflexions. Mrs Harris me fais penser en les voguettes de nos jours. Elles apprécieraient la robe pour les mêmes raisons?

Malheureusement, n’est pas traduit en français, mais peut être vous pouvez pratiquer votre anglais.

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Flowers for Mrs Harris es uno de eso libros extrañamente encantadores, que por alguna razón nos encantan, nos dejan una sensación de una época pasada, que nos hacen ver la moda desde un punto de vista más sano.


La historia es sencilla : Una chacha de Londres ve un vestido de Dior y decide ahorrar para poder ir a Paris a comprarse uno.

Un autentica fashion victim, ¿Verdad ?


Una historia agradable y dulce, con una moraleja que premia el esfuerzo por conseguir los objetivos que nos proponemos, y la vida sencilla.


Escrita por Paul Gallico, curiosamente más conocido por escribir La aventura del Poseidón, obra completamente distinta. Una prosa sugestiva con interesantes reflexiones. Me gustaría saber si las voguettes de hoy en día apreciarian el vestido por las mismas razones.

Desgraciadamente, no esta traducido al castellano. ¿Por que no practicar vuestro inglés ?

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Flowers for Mrs Harris is one of those curious charming books, that we love, that let us a passed times feeling, that make us see fashion from a healthier angle.

It’s a simple story: A London chart fells in love with a Dior dress and she decides to eran enough money to go to Paris to buy one.

A sweet story, with a moral that pises the efforts to get our goals and the simple life.


Writen by Paul Gallico, autor of Poseidon. A nice prose, that leads into interesting reflections.

But now as she stood before the stunning creations hanging in the wardrobe she found herself face to face with a new kind of beauty - an artificial one created by the hand if man the artist, but aimed directly anc cunningly at the heart of a woman. In that very instant she fell victim to the artist; at that vey moment there was born within her craving to possess such a garment.

There was no rhyme or reason for it, she would never wear such a creation, there was no place in her life for one. Her reaction was purely feminine. She saw it and she wanted it dreadfully.

[...]

For it was one thing to enconcounter photographs of dresses, leafing through the slick pages of Vogue or Elle, where, wheter in colour or black and white, they were impersonal and as out of her world and her reach as the moon or the stars. It was quite another thing to come face to face with the real article to feast one’s eyes upon its every clever stitch, to touch it, smell it, love it, and suddenly to become consumed with the fires of desire.

[...]

Mrs Harris was no less a woman than Lady Dant, or any other. She wanted, she wanted, she wanted a dress from what must be surely the most expensive shop in the world, that of Mr Dior in Paris.

[...]

Mrs Harris simply felt that if one owned a dress so beautiful that it cost four hundred and fifty pounds, then there was nothing left upon earth to be desired.



Beatriz D'Orleans

Beatriz D'Orleans, Directrice de communication de la Maison Dior en Espagne.

C'est un article que j'ai gardé quand elle a presenté son livre « El arte de hacer relaciones públicas (bien) ».

Elle parle de la mode, comme d'hab, mais elle nous donne aussi, certaines phrases mémorables.

Les femmes riches habillées tout en marques sont pathétiques.

Les gens qui dissent qu'ils n'ont jamais acheter à Zara... ils mentent

¿Pour quoi est si chère la marque Dior?

[...] C'est comme faire une comparaison entre un Peugeot et un Ferrari. Les deux marchent et les deux ont des roues, mais ils sont pas la même chose.

Desolé pour la mauvaise qualité de l'image.

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Beatriz D'Orleans, Communication director of the Maison Dior in Spain.

This is an article I cut when she presented her book « El arte de hacer relaciones públicas (bien) ».

She speaks about fashion, of course, but she gives us too some pearls of wisdom.

Rich women dressed all in labels are pathetic.

People who say that they have never bought anything in Zara... they lie.

Why Dior is so expensive?

[...] It's like comparing a Peugeot and a Ferrari. Both work and both have wheels, but they are not the same thing.

Sorry for the bad qualiy of the picture.

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Beatriz de Orleans, Directora de comunicación de la Maison Dior en España.

Es un articulo que guarde hace tiempo cuando publico su libro “El arte de hacer relaciones públicas (bien)”

Habla sobre moda, pero también nos ofrece unas frases muy interesantes.

Es patético ver a esas mujeres rivas vestidas enteras de marca.

El que diga que nunca ha comprado en Zara... miente

¿Por qué es tan cara la ropa de Dior?

Es como un seiscientos y un ferrari, los dos andan y llevan ruedas, pero no son lo mismo.

Perdón por la pésima calidad de la imagen.