Elisabeth, emperatriz de Austria-Hungría
Espero, no obstante, que los vestidos me sienten bien; son
tantos que han de durarme, según creo, mucho tiempo: diecisiete de gala y
ceremonia, cuatro de baile, catorce de seda para el frío y diecinueve de verano…
Y los miriñaques, los corsés, las camisas, las medias, las enaguas, los
calzones, los peinadores, los guantes, los sombreros, los tocados, las
sombrillas… Y los zapatos. ¡Ah los zapatos! Debe de haber por lo menos treinta
pares, aunque me temo que servirán para poco, pues me han dicho que sólo puedo
llevarlos una vez. Luego, habré de regalárselos a las doncellas. ¡Qué estúpida costumbre!
Reconozco que en un principio esta costumbre de regalar los zapatos me pareció una estupidez pero ruego recordé una clase de microeconomía en la cual nos explicaron el denominado Efecto multiplicador, por el cual cualquier dinero que el gobierno ponga en movimiento multiplica el flujo de capital.
Por lo que (simplificado muchísimo) si Sisi pago 100 coronas por un par de zapatos, el zapatero guardaría digamos 20 coronas y con el resto pagaría al proveedor de cueros, quién a su vez, de esas 80 coronas, usaría 60 para saldar cuentas.
En resumen: 80+60=140 lo que hace que aunque sólo sean 100 coronas, su efecto sea el de 140.
En realidad existe una ecuación que lo explica mejor, si a alguien le interesa saber más sobre el efecto multiplicador que no dude en preguntarme.
Napoleón también sabía algo de economía.