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La moda en provincias de Poirot

Lauren Bacall Black&White
Lauren Bacall

Primeros casos de Poirot - Agatha Christie.

Por regla general personas de toda especie acuden a consultar a Poirot, pero, en mi  opinión, la mujer que se detuvo, nerviosa, junto a la puerta manoseando el boa de plumas, era de las más vulgares. Representaba unos cincuenta años, era delgada, de rostro marchito, vestía un traje sastre y sobre los cabellos grises se había puesto un sombrero que la favorecía poquísimo. En una capital de provincia pasamos todos los días por delante de muchas mistress Pengelley.


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Siento discrepar con el querido Hastings, pero según mi humilde experiencia, las mujeres de provincia visten bastante bien. Probablemente debido al qué dirán  saben llevar las prendas, las modas de una forma más contenida, lo cual es siempre, una decisión muy acertada. 



La sombrerería de Agatha Christie

Mujer con sombrero en blanco y negro


Agatha Christie - La muerte de Lord Edgware

- Sí – dijo -, ya lo comprendo. Creo que tiene usted razón al suponer que fue Carlota quien se presentó en casa de lord Edgware. Y lo creo porque ayer estuvo en mi tienda para comprarse un nuevo sombrero.
- ¿Un nuevo sombrero?
- Sí, me dijo que quería un sombrero que le tapase el lado izquierdo de la cara.
Debo dar ahora algunas explicaciones referentes a los sombreros; el cloche, que ocultaba el rostro tan por completo, que le era a uno difícil reconocer a una amiga; otro de los modelos en boga, era uno que se colocaba en equilibrio, inverosímilmente ladeado; se usaba también la boina, entre varios más, “June”, el sombrero que hacía furor, era algo así como un plato sopero invertido. Aquel sombrero, llamémosle así, puede decirse que iba colgado de una oreja, dejando uno de los lados del rostro completamente descubierto.
- Esos sombreros se llevan corrientemente al lado derecho, ¿verdad? – preguntó Poirot.
La sombrerera asintió.
- Sin embargo – añadió -. Hacemos algunos para llevarlos al izquierdo, pues hay quien prefiere más el perfil izquierdo que el derecho, o que se peina siempre de la misma manera. Ahora bien, para que Carlota desease que ese lado de la cara quedase cubierto, tendría sus razones. 

Cianuro espumoso

- Mirad todos, esto es lo que yo llamo un Sparkling Cyanide - dijo Olivia Uriarte observando al trasluz su copa en la que brillaba un líquido azúl intenso. Acababa de encender un cigarrillo, y dejó que el humo se enroscara en el esbelto pie de la copa, igual que un áspid. -.
¿A que parece letal? Sin embargo, se trata sólo de una parte de Curaçao, tres de champagne y un suspiro de angostura. Apuesto a que nunca imaginasteis que un brebaje así podía ser tan delicioso.


Invitación a un asesinato - Carmen Posadas

Miss Marple y el feminismo




- Apuesto a que en sus tiempos debía de haber magníficas esposas - Suspiró Dermot Craddock.
- Estoy segura, querido muchacho, que hoy día consideraría usted el tipo de joven a que acaba de referirse poco adecuado para compañera. Las muchachas de antaño no eran intelectuales y muy pocas de ellas poseían títulos universitarios o distinciones académicas.
- Hay cosas preferibles a las distinciones académicas - Repuso Dermot -. Una de ellas es saber cuando un hombre desea tomar un whisky con soda en lugar de té, y ofrecérselo.
Miss Marple le sonrió afectuosamente.


El espejo se rajo de parte a parte - Agatha Christie


Parafraseado a Peter Griffin: ya no queda buen machismo como el de antes.

Poirot y los zapatos


- Los zapatos no encajaban - me dijo Poirot cuando estuvimos solos -. Según mis pequeñas observaciones sobre la vida, costumbres y gustos de los ingleses, una dama, una dama de verdad, se muestra siempre muy exigente con sus zapatos. Podrá vestir ropas descuidadas, pero jamás llevará calzado ordinario. Sin embargo, nuestra lady Millicente lucía ripas elegantes y caras, y zapatos de escaso valor.

Poirot infringe la ley - Agatha Chistie

Zapatos: Fendi

La muerte visita a una bloguera I

Glynis Marple se había unido a su tía, en cuya casa pasaba una temporada, Jane Marple, con objeto de ayudarla en los preparativos de una fiesta juvenil que iba a celebrarse aquella misma noche. En aquellos instantes, la casa era imagen verdadera de una caótica actividad. Varias mujeres de carácter enérgico entraban y salían de las habitaciones, moviendo sillas, pequeñas mesas, jarrones de flores y servilletas almidonadas, que colocaban estratégicamente, en puntos previamente estudiados. 
La noche de San Juán era la fecha señalada para la reunión, en la que participaría todo el pueblo, pero especialmente los jovenes de St. Mary Mead.
Glynis, apartándose del grupo de personas más nutrido, apoyóse en una de las paredes de la estancia en la que se encontraba. Sacó su Blackberry y comenzó a teclear.
- Lo siento querida -. dijo Miss Marple, un segundo después de haber pisado a su amiga un pie.
Glynis se apretó aún más contra la pared. 
- La culpa ha sido mía tía - declaró -. Ando esperando un email de una amiga y no acabo de recibirlo. Además, sabes perfectamente que soy una inutil, acabaría rompiendo uno de tus bonitos jarrones, asi que prefiero esperar aquí intentando no molestaros - Se excusó.
- Se que las jovenes de hoy en día andais tan ocupadas en vuestros trabajos y con vuestras strawberries o como se llamen,  que creeis que hasta doblar una servilleta es complicado- le reprochó su tía.
Un puñado de afanosas mujeres tropezaban de cuando en cuando con Glynis. Ninguna prestaba atención a sus palabras. Andaban demasiado ocupadas con lo que llevaban entre manos. 
La mayor parte de ellas eran madres de familia, hallándose auxiliadas por una o dos competentes solteronas. Fuera, en el jardín, veíanse chicos y chicas de dieciséis o diecisiete años, montando una gran hoguera con ramas, papeles y cartones. Varias muchachas habían formado animados grupos, escapándose frecuentes risas de sus gargantas.
- ¿Usted es la diseñadora? - Preguntó la señoríta Whittaker, maestra en aquella localidad.
- No soy diseñadora, sencillamente son personal stylist y shopper, además de cool hunter y a veces hago algo de street style - respondió ella.
De habersele aparecido el diablo en aquel momento, la señorita Whittaker no hubiese tenido una expresión de mayor terror. No entendió una sola de aquellas expresiones pero en cualquier caso no le parecieron que sonaran como un trabajo decente. Ser diseñadora resultaba aceptable aunque no ideal, sin embargo aquellas palabras sin sentido no parecían querer decir nada con fundamento, al menos para sus estandares. Balbuceó alguna excusa y se fue a ordenar las servilletas que ya habían sido ordenadas unas tres veces por tres mujeres distintas que no parecían confiar en las capacidades de sus predecesoras.
Miss Marple se acercó a su sobrina.
- Temo que la gente de St Mary Mead te parezca algo provinciana, pero no estamos acostumbrados a trabajos tan "exoticos".
- No te preocupes, me parece encantador. Tengo que aprovechar para sacarme algunas fotos en el jardín. 
- ¿Por qué no subes a ducharte y arreglarte? En menos de dos horas empezarán a venir los invitados y me gustaría que me ayudaras a recibirlos. Eso es algo que seguro que haces bien -. Dijo guiñandole un ojo.

La muerte visita a una bloguera

A principio de verano, Glynis va pasar unos días en St. Mary Mead en casa de su tía Jane Marple. Al poco de su visita recibe la noticia de que Anita, una blogera de daily-style murciana ha sido envenenada con un muffin en una reunión organizada por la revista Vogue para blogueras de todo el país. Conociendo Glynis a Anita por tener ella misma un blog, decide intentar desenmascarar al asesino con los tweets, las fotos publicadas en Vogue y los últimos posts de su amiga.
Afortunadamente para ella, cuenta con la sagacidad de su tía, su intervención y conocimiento del ser humano que serán decisivas en la resolución de un crimen para el que no faltan sospechosos.

Crimen en el back-stage

La semana de la moda en Paris es una época del año que mucha gente espera ansiosa para ver las nuevas colecciones, ser fotografiados e incluso... para matar. Cuando una de las modelos es asesinada en misteriosas circunstancias momentos antes del desfile de Chanel, el caos se cierne sobre la organización y apremian a la policía a detener a quien sea para tranquilizar a los asistentes. Cuando el maquillador es arrestado, todo el mundo parece tranquilizarse. Todos, menos cierto detective belga ya retirado que asistía al desfile invitado por Inès de La Fressange. ¿Podrá Poirot hacer uso de sus “células grises” y resolver el crimen antes de que sea demasiado tarde?

La misma vida


¡Esto es vivir, y no lo que hacemos en los Estados Unidos!
Mister Satterthwaite le dirigio una profunda mirada.
- La vida es, con contadas diferencias, la misma en todas partes - dijo con expresión de hastío -. Se viste de diferente manera, eso es todo.

El enigmático Mr. Quin. Agatha Christie

Demasiado demasiado

- ¿Sabe usted algo de él...? Que lo desacredite, quiero decir.
- Iba demasiado bien vestido... llevaba el pelo demasiado largo... y olía a perfume.
- Y, sin embargo, acepto su invitación para cenar - apuntó Battle.
-Si cenara solamente en las casas cuyo dueño es de mi completo agrado, temo que no saldría mucho de noche, superintendente - replicó Despard con sequedad.
- Le gusta a usted la vidad de sociedad, pero no la aprueba ¿verdad? - sugirió el otro.
. Me gusta, pero por períodos cortos. Sí; me gusta volver de la selva para encontrar habitaciones iluminadas, mujeres vestidas con ropas encantadoras; para comer bien, bailar y reir... pero solo por un tiempo. Luego, la insinceridad de todo me produce náuseas y quiero marcharme otra vez.

Cartas sobre la mesa. Agatha Christie.

Son unas frases que yo habría podido decir perfectamente (si es que no las he dicho ya antes)