Anna Wintour, front row


Anna Wintour Front Row es una biografía (no autorizada, por supuesto) de la conocida editora del Vogue Usa. No es mi intención convertir este post en otra batalla a favor o en contra. Puede que otro día. Hoy me conformo con una reseña del libro.

Hace tiempo me lo dejó una amiga, y aunque no me atraía demasiado, me lo leí, porque tengo el problema de que me leo hasta el listín de teléfonos. El libro básicamente se separa en dos fases: la época Británica y la Americana.

Durante su etapa en el país de su graciosa majestad, se nos habla de su infancia. Su padre como editor de un importante periódico, sus exitosos hermanos, el perfeccionismo de su padre y bla bla bla. No me gusta que intenten psicoanalizar al biografiado. Da la sensación de que pretenden excusarle. Resulta interesante ver sus comienzos en el mundo de la moda, en tiendas, y luego en un par de revistas, así como su interés por los hombres maduros.

Su siguiente etapa transcurre en Nueva York. Su paso por distintas revistas, y su afán de perfeccionismo en la faceta tanto personal como profesional. Así como sus ganas de fotografiar a famosos. Una vez más algo insípido. Uno espera (yo el primero) que se cuenten detalles jugosos o sencillamente detalles del día a día en la revista Vogue y sin embargo tenemos que conformarnos con un par de capítulos.

Sabemos que como se toma la sopa o que hace limpiar su mesa de todo papel (idea que yo mismo he copiado) y luego con alcohol, pero apenas profundizamos en ese (te guste o no) interesante personaje. En conclusión, un libro entretenido pero no imprescindible.

Estilistas y las mujeres


"Sabía que no hay nada más nocivo para la personalidad de una mujer que el mariquita que la pone en un altar disfrazándola con la personalidad que él hubiera deseado para sí"

Terenci Moix, Garras de astracan.

El de "estilísta" es uno de los trabajos más ridiculos que hay. Entiendo que hay ciertas personas, cuyo trabajo les obliga a estar delante de las cámaras, por lo que deben lucir siempre su mejor aspecto. A menudo, esas personas, a pesar de ser una eminencia en su campo, carecen de la cultura y las ganas necesarias para "jugar" a la moda.

Sin embargo, creo que un personaje público debería tener la suficiente seguridad y vivencias, como para saber presentarse en distintas situaciones. No descarto el uso de un estilista en determinadas ocasiones, pero creo que debería ser como un abogado: se le consulta para situaciones muy concretas, las demás, sabemos como llevarlas nosotros solos.

No es mi intención herir sensibilidades con la frase que pongo al principio. Aunque ciertos políticos no la vean, hay una sutil diferencia entre ser políticamente correcto y ser educado. No soy políticamente correcto pero intento ser educado, lo cual no quita para que en mi blog diga lo que quiera. Por lo tanto, si alguien se siente ofendido, mis disculpas.

Ya vienen los Reyes


¿Qué se le puede regalar a una mujer que lo tiene todo? (O lo que es lo mismo, la inmensa mayoria de mujeres)

Diamonds are a girls best pero se sale un poco de mi presupuesto. Además Holly Golightly decía que los diamantes son para las señoras mayores.

Un bonito pañuelo suele ser mi elección más habitual. Si nos sentimos generosos, Hermès o Loewe. A fín de cuentas, un buen envoltorio hace regalo. Recuerdo un personaje que regala a sus amantes un Birkin al principio de la relación y un pañuelo al final.

Una buena pluma o papel de carta con las iniciales impresas es algo tan elegante y pasado de moda, que vuelve a estar de moda. Los emails son lo mejor pero siempre hace ilusión recibir el correo.

O siendo más originales, una revista antigua. Un Vogue de ebay convierte en "fashionista" a cualquiera.

Que los reyes magos os traigan muchas cosas.

Guantes a gogo


Solía decirse a principios del siglo XX que una dama que se preciara, nunca debía salir de casa sin guantes. Parafraseando Lo que el viento se llevó, no creo que las damas o los guantes importen ahora.


Por supuesto los guantes no son exclusivos de las mujeres, una prenda tan práctica no puede limitarse o perderse. De lana, cuero o ante, unos buenos guantes resultan prácticos a la vez que elegantes. Estando de viaje hace poco, perdí unos guantes que me encantaban: manoplas más bien, con dibujos escandinavos que había comprado mi padre en Suecia hará ya... bueno, muchos años. Me fastidió más el hecho de perderlos que el de tener que pasearme con nieve y temperaturas bajo cero sin ellos.


Se trata de una prenda que me fascina. Tan sencilla y señorial. Si os fijáis bien, la Reina de Inglaterra siempre los lleva (es bastante maniática, lo cual es comprensible cuando uno tiene que dar la mano a tanta gente) pero por cuestión de protocolo no puede usarlos cuando recibe “en casa” por lo que se “recomienda” a los invitados que sean ellos quienes los lleven.


Si os apetece daros el lujo (digo el lujo porque no son guantes de 20€) os recomiendo que vayaís a visitar la tienda Guantes Luque en la calle Espoz y Mina de Madrid, al lado de la Puerta del Sol. Es una guantería que parece sacada de una película. Venden guantes ya hechos aunque también creo que reciben encargos. Si estáis por Madrid merece la pena pasarse solo para verla y hablar con las dependientas (si es que aún viven) o su nieto quien lleva ahora el negocio. Esto es exclusividad y no lo de Chanel.

Propósitos de año nuevo o la historia del caballo volador

No suelo hacer propósitos de año nuevo, o al menos, no me los tomo en serio. Reconozco que es una fecha muy "simbolica" para hacerlo, pero no vale con eso solo. Este año si que había tomado alguna que otra resolución. Digamos que tenía que haberla tomado antes pero me dí un par de días más con la excusa del año nuevo. Mira si aguante poco, que ayer ya hice aquello que me había prohibido.
En general, no me gustan los propósitos porque uno nunca sabe lo que va a pasar ese año. Esto me recuerda a una historia que solía contarme mi padre de pequeño.

La historia del mercader, el sultán y el caballo volador.

Había una vez, en un pais exótico y lejano un mercader que había contraido muchas deudas. Al no poder pagarlas, fue conducido al palacio del sultán para ser ajusticiado.
Una vez en presencia del sultán el mercader trató de negociar con él:

- Poderoso Sultán, perdonadme las deudas y concedme un año. En ese plazo, yo prometo hacer que vuestro caballo vuele.

El sultán meditó la propuesta. Las deudas que tenía no eran tan grandes a fin de cuentas. Un año no era mucho tiempo, y si realmente conseguía que su caballo volara, sus enemigos le temerían aún más.
Finalmente le concedió el plazo y le dejo marchar, advirtiendole que si no lo conseguía, lo mataría igualmente.
Al llegar a casa, el mercader contó a su esposa lo ocurrido y está se asustó:

-¿Cómo has podido prometerle tal locura? ¡Es imposible!

Con tranquilidad, el mercader respondió.

- En un año pueden pasar muchas cosas; puedo morirme yo, puede morir el caballo, puede morir el sultan, y quién sabe, ¡puede que hasta el caballo aprenda a volar!



Demasiado demasiado

- ¿Sabe usted algo de él...? Que lo desacredite, quiero decir.
- Iba demasiado bien vestido... llevaba el pelo demasiado largo... y olía a perfume.
- Y, sin embargo, acepto su invitación para cenar - apuntó Battle.
-Si cenara solamente en las casas cuyo dueño es de mi completo agrado, temo que no saldría mucho de noche, superintendente - replicó Despard con sequedad.
- Le gusta a usted la vidad de sociedad, pero no la aprueba ¿verdad? - sugirió el otro.
. Me gusta, pero por períodos cortos. Sí; me gusta volver de la selva para encontrar habitaciones iluminadas, mujeres vestidas con ropas encantadoras; para comer bien, bailar y reir... pero solo por un tiempo. Luego, la insinceridad de todo me produce náuseas y quiero marcharme otra vez.

Cartas sobre la mesa. Agatha Christie.

Son unas frases que yo habría podido decir perfectamente (si es que no las he dicho ya antes)

La fiesta en casa


En estas fechas tan entrañables bastantes amigos miso vuelven a casa como el turrón. A falta de tiempo, una buena idea es juntarlos a todos. ¿En un bar? ¿En una terraza? Como me gusta jugar a ser anfitrión yo digo: No, en casa. Organiza una fiesta.

Modo de empelo para una fiesta réussie.

Invitación: Ni sms cutres, ni invitaciones impresas. Utiliza el teléfono, el contacto personal siempre ayuda a las dotes de persuasión. Por supuesto limita la lista de invitados, por espacio, por supuesto, no por snobismo.

Tema: Siempre es mejor personalizar la fiesta. No tiene por que ser una fiesta de mascaras, pero al menos que tenga nombre. Puede ser la fiesta del Vodka por ejemplo. Nada como elegir un alcohol para personalizar una fiesta

Bebidas: Cuando uno es el anfitrión se espera que tenga comida pero no pasa nada por “sugerir” que la gente traiga las bebidas. Para quitarle hierro al asunto, propón que los hombre traigan el alcohol y las mujeres el hielo. (Dependiendo de la cantidad que asista de cada sexo, of course) La proporción perfecta para que las bebidas estén frías y las mujeres calientes, como diría Groucho Marx.

Música: Desconfía de poner el Ipod en modo aleatorio. Nunca sabes qué puede salir. Prepara una buena selección antes. Y no olvide poner algo de música cutre por si la fiesta decae. Tres sugerencias que siempre hacen que la gente se anime: You are the one that I want, de Grease, En tu fiesta me colé de Mecano y Mamma Mia de Abba.

Dress Code: Depende de la fiesta pero mejor prescindir de él. Una buena solución es proponer una fiesta de gala para que las mujeres puedan usar esos vestidos especiales para cotillones, bodas y bautizos que nunca tienen oportunidad de volver a usar.

Decoración: Evita las guirnaldas, las velas y similares a no ser que vayan con la temática de la fiesta. Mejor poner manteles de tela en todas las mesas. Disfraza la casa y evita las manchas.

Fumar o no fumar: Una vez más, depende de los amigos. Aunque uno no fume, nunca está de más indicar algún sitio en el que se pueda. En un balcón o una ventana no se molesta a nadie.

Y sobre todo, relajarse. Un anfitrión no tiene que ir de grupo en grupo avivando las conversaciones, los propios invitados deberían saber con quién les apetece hablar y con quién no.