Guantes a gogo


Solía decirse a principios del siglo XX que una dama que se preciara, nunca debía salir de casa sin guantes. Parafraseando Lo que el viento se llevó, no creo que las damas o los guantes importen ahora.


Por supuesto los guantes no son exclusivos de las mujeres, una prenda tan práctica no puede limitarse o perderse. De lana, cuero o ante, unos buenos guantes resultan prácticos a la vez que elegantes. Estando de viaje hace poco, perdí unos guantes que me encantaban: manoplas más bien, con dibujos escandinavos que había comprado mi padre en Suecia hará ya... bueno, muchos años. Me fastidió más el hecho de perderlos que el de tener que pasearme con nieve y temperaturas bajo cero sin ellos.


Se trata de una prenda que me fascina. Tan sencilla y señorial. Si os fijáis bien, la Reina de Inglaterra siempre los lleva (es bastante maniática, lo cual es comprensible cuando uno tiene que dar la mano a tanta gente) pero por cuestión de protocolo no puede usarlos cuando recibe “en casa” por lo que se “recomienda” a los invitados que sean ellos quienes los lleven.


Si os apetece daros el lujo (digo el lujo porque no son guantes de 20€) os recomiendo que vayaís a visitar la tienda Guantes Luque en la calle Espoz y Mina de Madrid, al lado de la Puerta del Sol. Es una guantería que parece sacada de una película. Venden guantes ya hechos aunque también creo que reciben encargos. Si estáis por Madrid merece la pena pasarse solo para verla y hablar con las dependientas (si es que aún viven) o su nieto quien lleva ahora el negocio. Esto es exclusividad y no lo de Chanel.

Propósitos de año nuevo o la historia del caballo volador

No suelo hacer propósitos de año nuevo, o al menos, no me los tomo en serio. Reconozco que es una fecha muy "simbolica" para hacerlo, pero no vale con eso solo. Este año si que había tomado alguna que otra resolución. Digamos que tenía que haberla tomado antes pero me dí un par de días más con la excusa del año nuevo. Mira si aguante poco, que ayer ya hice aquello que me había prohibido.
En general, no me gustan los propósitos porque uno nunca sabe lo que va a pasar ese año. Esto me recuerda a una historia que solía contarme mi padre de pequeño.

La historia del mercader, el sultán y el caballo volador.

Había una vez, en un pais exótico y lejano un mercader que había contraido muchas deudas. Al no poder pagarlas, fue conducido al palacio del sultán para ser ajusticiado.
Una vez en presencia del sultán el mercader trató de negociar con él:

- Poderoso Sultán, perdonadme las deudas y concedme un año. En ese plazo, yo prometo hacer que vuestro caballo vuele.

El sultán meditó la propuesta. Las deudas que tenía no eran tan grandes a fin de cuentas. Un año no era mucho tiempo, y si realmente conseguía que su caballo volara, sus enemigos le temerían aún más.
Finalmente le concedió el plazo y le dejo marchar, advirtiendole que si no lo conseguía, lo mataría igualmente.
Al llegar a casa, el mercader contó a su esposa lo ocurrido y está se asustó:

-¿Cómo has podido prometerle tal locura? ¡Es imposible!

Con tranquilidad, el mercader respondió.

- En un año pueden pasar muchas cosas; puedo morirme yo, puede morir el caballo, puede morir el sultan, y quién sabe, ¡puede que hasta el caballo aprenda a volar!



Demasiado demasiado

- ¿Sabe usted algo de él...? Que lo desacredite, quiero decir.
- Iba demasiado bien vestido... llevaba el pelo demasiado largo... y olía a perfume.
- Y, sin embargo, acepto su invitación para cenar - apuntó Battle.
-Si cenara solamente en las casas cuyo dueño es de mi completo agrado, temo que no saldría mucho de noche, superintendente - replicó Despard con sequedad.
- Le gusta a usted la vidad de sociedad, pero no la aprueba ¿verdad? - sugirió el otro.
. Me gusta, pero por períodos cortos. Sí; me gusta volver de la selva para encontrar habitaciones iluminadas, mujeres vestidas con ropas encantadoras; para comer bien, bailar y reir... pero solo por un tiempo. Luego, la insinceridad de todo me produce náuseas y quiero marcharme otra vez.

Cartas sobre la mesa. Agatha Christie.

Son unas frases que yo habría podido decir perfectamente (si es que no las he dicho ya antes)

La fiesta en casa


En estas fechas tan entrañables bastantes amigos miso vuelven a casa como el turrón. A falta de tiempo, una buena idea es juntarlos a todos. ¿En un bar? ¿En una terraza? Como me gusta jugar a ser anfitrión yo digo: No, en casa. Organiza una fiesta.

Modo de empelo para una fiesta réussie.

Invitación: Ni sms cutres, ni invitaciones impresas. Utiliza el teléfono, el contacto personal siempre ayuda a las dotes de persuasión. Por supuesto limita la lista de invitados, por espacio, por supuesto, no por snobismo.

Tema: Siempre es mejor personalizar la fiesta. No tiene por que ser una fiesta de mascaras, pero al menos que tenga nombre. Puede ser la fiesta del Vodka por ejemplo. Nada como elegir un alcohol para personalizar una fiesta

Bebidas: Cuando uno es el anfitrión se espera que tenga comida pero no pasa nada por “sugerir” que la gente traiga las bebidas. Para quitarle hierro al asunto, propón que los hombre traigan el alcohol y las mujeres el hielo. (Dependiendo de la cantidad que asista de cada sexo, of course) La proporción perfecta para que las bebidas estén frías y las mujeres calientes, como diría Groucho Marx.

Música: Desconfía de poner el Ipod en modo aleatorio. Nunca sabes qué puede salir. Prepara una buena selección antes. Y no olvide poner algo de música cutre por si la fiesta decae. Tres sugerencias que siempre hacen que la gente se anime: You are the one that I want, de Grease, En tu fiesta me colé de Mecano y Mamma Mia de Abba.

Dress Code: Depende de la fiesta pero mejor prescindir de él. Una buena solución es proponer una fiesta de gala para que las mujeres puedan usar esos vestidos especiales para cotillones, bodas y bautizos que nunca tienen oportunidad de volver a usar.

Decoración: Evita las guirnaldas, las velas y similares a no ser que vayan con la temática de la fiesta. Mejor poner manteles de tela en todas las mesas. Disfraza la casa y evita las manchas.

Fumar o no fumar: Una vez más, depende de los amigos. Aunque uno no fume, nunca está de más indicar algún sitio en el que se pueda. En un balcón o una ventana no se molesta a nadie.

Y sobre todo, relajarse. Un anfitrión no tiene que ir de grupo en grupo avivando las conversaciones, los propios invitados deberían saber con quién les apetece hablar y con quién no.

Cine para las Navidades

Y tanto si os gusta la Navidad (como a mí) o preferís pasarla en estado comatoso en el sofa, aquí va mi lsita de pelicula Navideñas (que en algunos casos, no lo son necesariamente)

  • La quimera del oro. Charles Chaplin 1925
  • Mujercitas. 1949
  • Batman vuelve. 1992
  • Me enamoré de una bruja. 1958
  • Milagro en la ciudad. 1994
  • Gremlins. 1984
¡FELIZ NAVIDAD!

Pushing Daisies

Pushing Daisies es una serie que apenas llego a aguantar dos temporadas (una pena, creo yo). Cuenta la historia de Ned “el pastelero” quien tiene el don de resucitar a los muertos cuando les toca una vez, pero que vuelven a morir si les toca una segunda vez. Cuando muere el amor de su vida decide resucitarla, y ahora vive enamorado sin poder siquiera besarla.

Lo que más llama la atención de esta serie es su estética tan alegre, exagerada, e incluso “años 50”. Y sin embargo, Ned, el chico más dulce que podáis imaginar, que dedica su vida a hacer pasteles en un mundo de lo más colorista, viste exclusivamente de negro y gris.


Un bonito contraste.






Improvisando


Una vez Napoleón III y Eugenia de Montijo estaban de viaje por Inglaterra para habalr con la reina Victoria de la guerra de Crimea. Se celebraba en su honor una cena de gala pero ¡oh! los baules no habían llegado, así como tampoco el peluquero.La puntualidad de la etiqueta no permitía esperarlos y aún y sin tener nada que ponerse, no podia dejar de comparecer.
Una de las damas tenía ahí sus pertenencias, y le propuso un vestido de colo azúl. Con unos cuantos retoques se le ajustó. Tampoco tenía ni diadema ni aderezo, asi que pidio flores. A falta de violetas, se le entregó una cesta llena de miosotas; de este modo dispusieron ramos un poco por todo, en el escote, en guirnaldas sobre la falda, en espirales para retener los tirabuzones del peinado. Cuando hizo su entrada todas las cabezas se giraron hacia ella. La frescura del traje primaveral y las flores, eclipsaban los aderezos de brocado y los collares de damantes de las ladies boquiabiertas.

Curiosamente a las miosotas tambien se les llama nomeolvides, y bien es sabido que la reina Victoria nunca olvido a Eugenia.

No hay que olvidar que aunque la grandeza siempre impone, el encanto, la dulzura y la sencillez son armas infalibles para conquistar hasta a una reina. Y es que hasta un sencillo narciso puede llamar la atención en un jardín completo de rosas.