
En general, no me gustan los propósitos porque uno nunca sabe lo que va a pasar ese año. Esto me recuerda a una historia que solía contarme mi padre de pequeño.
La historia del mercader, el sultán y el caballo volador.
Había una vez, en un pais exótico y lejano un mercader que había contraido muchas deudas. Al no poder pagarlas, fue conducido al palacio del sultán para ser ajusticiado.
Una vez en presencia del sultán el mercader trató de negociar con él:
- Poderoso Sultán, perdonadme las deudas y concedme un año. En ese plazo, yo prometo hacer que vuestro caballo vuele.
El sultán meditó la propuesta. Las deudas que tenía no eran tan grandes a fin de cuentas. Un año no era mucho tiempo, y si realmente conseguía que su caballo volara, sus enemigos le temerían aún más.
Finalmente le concedió el plazo y le dejo marchar, advirtiendole que si no lo conseguía, lo mataría igualmente.
Al llegar a casa, el mercader contó a su esposa lo ocurrido y está se asustó:
-¿Cómo has podido prometerle tal locura? ¡Es imposible!
Con tranquilidad, el mercader respondió.
- En un año pueden pasar muchas cosas; puedo morirme yo, puede morir el caballo, puede morir el sultan, y quién sabe, ¡puede que hasta el caballo aprenda a volar!
