Ésta es mi idea del cielo. Añade unas plantas por aquí o por ahí y es perfecto.

Me gusta la moda, los trapitos, las tendencias y las colecciones. Tocar los tejidos, leer en una prenda mucho más que su color y su tejido. Y aún y así... no es algo de lo que me guste estar hablando todo el día. Como cualquier otro tema, al final acaba aburriendo.
Me gusta despertar por la mañana, y antes de levantarme, repasar mentalmente todo mi armario para decidir qué ponerme. Considerar a dónde tengo que ir o que imagen quiero transmitir. Incluso enfadarme por “no tengo qué ponerme”.
Me gusta que la gente me pregunte si mis pantalones son nuevos o que me digan que tengo un estilo muy personal (esto puede ser tanto un cumplido como un insulto), destacar por bien, que pasar desapercibido por mal.
Me gusta fijarme en lo que lleva la gente, y deducir el por qué de esa elección. El descubrir que si hacemos uso de “las células grises” podemos saber con bastante exactitud cómo es una persona e incluso de que barrio es.
Y sin embargo, no me gusta hablar constantemente de ropa. En su mayor parte porque la gente no tiene mucha idea, pero sobre todo, porque prefiero hablar de libros (que no han leído) o películas (que no han visto) o de lo que sea.
Y ¿sabéis por qué también? Porque es reconfortante tener un “guilty pleasure” , una doble vida en internet. Voltaire decía que debemos cultivar nuestro jardín, como medio para mejorar el mundo. Bueno, yo prefiero hacerlo por aquí.
Me gusta despertar por la mañana, y antes de levantarme, repasar mentalmente todo mi armario para decidir qué ponerme. Considerar a dónde tengo que ir o que imagen quiero transmitir. Incluso enfadarme por “no tengo qué ponerme”.
Me gusta que la gente me pregunte si mis pantalones son nuevos o que me digan que tengo un estilo muy personal (esto puede ser tanto un cumplido como un insulto), destacar por bien, que pasar desapercibido por mal.
Me gusta fijarme en lo que lleva la gente, y deducir el por qué de esa elección. El descubrir que si hacemos uso de “las células grises” podemos saber con bastante exactitud cómo es una persona e incluso de que barrio es.
Y sin embargo, no me gusta hablar constantemente de ropa. En su mayor parte porque la gente no tiene mucha idea, pero sobre todo, porque prefiero hablar de libros (que no han leído) o películas (que no han visto) o de lo que sea.
Y ¿sabéis por qué también? Porque es reconfortante tener un “guilty pleasure” , una doble vida en internet. Voltaire decía que debemos cultivar nuestro jardín, como medio para mejorar el mundo. Bueno, yo prefiero hacerlo por aquí.




Me voy a Madrid.
A no hacer nada. A pasearme por el jardín botánico. A comprar libros usados en la Cuesta de Mollano. A almorzar en lugar de comer, con amigos, como los personajes de Terenci Moix. A inventarme mi vida para los taxistas. A despreciar los gin-tonics con pepino. A ver Los miserables.
Y en lo único que puedo pensar es en la maleta. ¿Cómo puede ser que me lleve lo mismo para 2 días que para una semana? Francamente, hay cosas que ni yo entiendo.
Siempre intento recordar la premisa de que, el viajero ataviado con excesivo cuidado trasluce menos interés en ver que en ser visto, mientras que el verdadero viajero sabe que el mundo a su alrededor es su mejor accesorio.

Mientras estaba adelgazando, Billy y la condesa hicieron una expedición a Hermès, donde Billy compró dos cinturones, uno ancho para sujetar el abrigo y el otro estrecho, para ceñir los jerseys. Compró también su primer pañuelo de Hermès. Lilianne le había explicado que, con una falda bien cortada, un buen par de zapatos, un jersey decente y el indispensable pañuelo de Hermès, cualquier francesa se siente tan bien vestida como la reina de Inglaterra, la reina de Bélgica o la condesa de París, esposa del pretendiente al trono de Francia, pues así es como visten estas damas en la vida privada.
Scruples. Judith Krantz

