Vivían en su propio “medio-mundo” y ese “medio-mundo” era muy importante. Y el Bois era donde se paseaban cada mañana. Éste era el secreto de belleza de las demimondaines. Respiraban el aire de la mañana. Ahí estaban cada mañana a las ocho y media. Luego volvían a casa para descansar, a darse un masaje, y a decidir el menú de la noche para los caballeros que las visitaban. En esa época, uno se iba a la cama mucho más temprano ¿sabes? ... Las cenas a medianoches a las que vamos ahora son de locos. Por lo que las demimondaines eran toda una belleza.
Por supuesto, siempre me ha encantado la ropa. Alguien que nace en Paris no deja de pensar en ropa ni por un minuto. ¡Y que ropas se veían en el Bois! Ahora me doy cuenta de que vi el inicio de nuestro siglo ahí. Todo era nuevo.
Naturalmente, mucho era por influencia de Diaghilev. El gusto, la extravagancia, el allure, la excitación, la pasión, la ruptura, el choque, el estrépito... Su influencia en Paris era total. La época anterior, la Eduardiana había sido fuerte y rígida. Me quedaría en Paris hasta que algo pasara. Bueno, algo vino y lo barrió todo, incluyendo la moda, porque la moda forma parte de la sociedad y de la vida.
¡Qué colores! Antes de esto, el rojo nunca había sido rojo y el violeta nunca había sido violeta. Siempre habían sido ligeramente más... oscuros. Pero los vestidos de estas mujeres en el Bois eran de colores tan afilados como el filo de un cuchillo.: rojo rojo, violeta violento, naranja (cuando digo “naranja” me refiero a un naranja rojizo, no amarillo), verde jade y azul cobalto. Y las telas: las sedas, el satén, los brocados, cosidos con perlas desiguales, cosidos en plata y oro, y adornados con pieles y encajes. Eran de un splendeur oriental. Desde entonces, nunca ha habido tanto lujo, las mujeres lucían ricas.
D.V. Chapter 2