Cuando salía de compras, arrasaba, y los comerciantes temblaban. Especialmente los joyeros. Solía coger las piezas más caras y al marcharse decía que le mandaran la factura al Palacio del Pardo. Sabiendo por supuesto, que nadie tendría el valor de hacerlo.
Muchas veces, cuando los joyeros se enteraban de la visita de "La collares" a la ciudad, optaban por esconder las mejores piezas, e incluso por cerrar la tienda. Finalmente se creo una asociación de joyeros para sufragar las perdidas que causaba la señora, pagando entre todos las joyas que "compraba" en cada tienda.