El negocio de la moda

Llevaba tiempo queriendo escribir un post sobre el tema. Y es a raíz del publicado por Di por Dior, que al final escribo éste. Trata sobre las subvenciones y las firmas españolas. Tela.

Puede que sea mi lado empresarial, capitalista o como quieras llamarlo pero creo que el objetivo de una firma, de cualquier firma es crear beneficio. Por supuesto algún profesor mío me suspendería de manera retroactiva si leyera esto. Bien, me corrijo a mí mismo y busco una definición más exacta: El objetivo principal de la empresa es ser competitiva a largo plazo y para ello es condición necesaria que su beneficio sea siempre superior o igual a sus gastos.
Así está mejor. Pero simplificando, es lo mismo. Las firmas españolas deben recordar a Coco Chanel cuando decía que “la moda no es moda si nadie la ve” y yo añadiría, si nadie la viste. Ciertas firmas españolas, podríamos decir que realmente consolidadas, resulta que carecen de distribución. Acepto que algunas de ellas se dediquen a la alta costura, por lo que sólo necesitan un taller. Pero, ¿y las demás? En el mundo empresarial rige la ley de la evolución de Darwin en la que “sólo sobreviven los más aptos”. Y ayudar a una empresa de la que no vemos apenas ningún resultado remarcable, que no parece ser consciente de que, para sobrevivir, a veces hay que hacer sacrificios y “adaptarse al medio”, francamente, no me parece tan buena idea.
Y ya metidos en cursivas ¿quién no recuerda aquello de los peces y las cañas? Parece que desde el gobierno resulta más fácil vaciar el Cantábrico (por las cantidades ofrecidas) que ponerles un buen administrador.

Maquillaje

Júramelo por Helena Rubinstein,
Por Clinique, Sisheido o Coco Chanel.
Mírate, ¿no lo ves?
Así no procedes nada
O te maquillas o te operas ya la cara.
 
Sombras de ojos tipo Estée Lauder,
Con base blanca hidratante Biotherme.
Maquíllate para comer
Maquíllate para beber
Para ganar para perder
¡¡Maquíllate!!
 

De estilo e ideas.

El estilo no es más que mantener la misma idea desde el principio hasta el final.

August Wilson


O lo que es lo mismo; que si se llevan los jerseys amarillos y no te van, o no te gustan, no te sientas obligado a llevarlos. A que en una foto de ahora y en una dentro de 10 años, tu estilo siga siendo el mismo, si bien, adaptado a los tiempos.

Poirot y los zapatos


- Los zapatos no encajaban - me dijo Poirot cuando estuvimos solos -. Según mis pequeñas observaciones sobre la vida, costumbres y gustos de los ingleses, una dama, una dama de verdad, se muestra siempre muy exigente con sus zapatos. Podrá vestir ropas descuidadas, pero jamás llevará calzado ordinario. Sin embargo, nuestra lady Millicente lucía ripas elegantes y caras, y zapatos de escaso valor.

Poirot infringe la ley - Agatha Chistie

Zapatos: Fendi

Este invierno se lleva el color

Sencillo, claro, eficaz.
Un buen anuncio

Mimos

Hay algo que ha cambiado en las tienda. No hablo de las modas, ni de la calidad ni cosas del estilo. Hablo del servicio. Me di cuenta de eso cuando hablaba el otro día con una amiga. Me decía que no entraba a una tienda (de una marca conocida y de precios medios-altos) porque odiaba que las dependientas le atosigaran.
Puede que os digáis, estoy de acuerdo, o no, pero ¿a que viene?
Y es que antes, la gente iba a una tienda y esperaba que le aconsejaran, que le sacaran tallas, modelos cómodamente sentado. Porque antes no existía eso de: ir a mirar. Se iba de compras porque se necesitaba comprar algo.
Hoy en día, con tiendas como Zara, y haciendo por enésima vez un símil con la comida, nos hemos acostumbrado a un estilo de compra de “self-service”: Cojo lo que quiero y luego lo pago. De nada sirve preguntar a la dependienta de turno: solo tenemos lo que hay fuera, uno se busca la vida. Podría hablar del perfil de las dependientas pero ese sería otro tema.
A lo que voy es que, nos hemos acostumbrado de tal manera a no depender de nadie, que cuando uno es atendido, se siente incomodo. Como esa gente que quita la botella de vino al camarero para servirse uno mismo.
De lo que no parecen darse cuenta es de que, en las tiendas que juegan en primera división, uno no sólo paga la prenda, sino la experiencia de comprarla. Es como ir a Disneyland: no es montarte en la atracción, es pasear, sacarte la foto con Mickey y comprarte la diadema con las orejas.
En las tiendas ocurre lo mismo: pagas por que una dependienta te trate educadamente, te sonría, intente complacerte e incluso a veces, te den algo de beber. ¿Y pierde la prenda por comprarla más barata por Internet o en un outlet? Probablemente no. Pero seamos sinceros, ¿a quién no le gusta que le mimen?