Como con tantas otras cosas en mi vida, tengo tendencia a idelizar el verano. Cada año, cuando empieza el calor peinso en las casonas de The O.C. haciendo skate por el paseo marítimo, en pasearme entre las palmeras, broncearme relajadamente en una tumbona de la playa, en hacer largos en la piscina antes de desayunar, en pasar todo el día mojado de tanto bañarme. En largos aperitivos bajo el sol, imaginarme luciendo palmito como Alain Delon o tumbarme en el sofa después de comer y dormitar abrazado a alguien.
Y todos los años me aburro. Las tardes en la playa se me hacen eternas. El calor me da dolor de cabeza. A la gente le aburren los aperitivos. Los paseos a lo jubilado acaban aburriendo. Me da pereza bajar a la piscina. Y no tengo encuentro a una Romy a quien abrazar, porque claro, tampoco soy Alain Delon.