- Flores frescas: ningún ambientador sustituye a un buen ramo de flores.
- Sabanas de lino: Se duerme distinto.Sencillamente. ¿Dónde conseguirlas? Del ajuar de la abuela.
- Vajilla antigua: Para comer o para tomar el té. El precio en mercadillo no supera demasiado a platos de IKEA.
- Un viaje en taxi: Sobre todo en el extranjero supone (al menos para mí) un pequeño lujo decadente.
- Una pitillera de plata: Si hay que intoxicarse mejor con estilo. Y no son especialmente caras, la mía fue un regalo. El mechero de Dupont no lo pongo en la lista porque eso si que no es un “pequeño” lujo.
- Una camisa hecha a medida: por muy lujoso que suene, a veces son más baratas que cualquier camisa de marca. Y por supuesto, a medida.
- Una copa en un hotel de lujo: Una vez al año no hace daño.
- Comer con servilletas de tela y mantel: En serio, no hay nada más simple y transforma el comer en la ceremonia que debería ser.
- Darse un baño: ¿Cuándo fue la última vez que te diste un buen baño comme il faut?
- Usar una toalla extragande y un albornoz: Para completar la experiencia anterior.
Todos queremos lujo, es así. Y demasiadas veces se relaciona el lujo con lo caro. Y eso no es necesariamente cierto.
2 comentarios:
Odio los taxis.
Pero lo del baño suena bien (yo me he bañado hoy).
A mí me gustan, aunque puede que solo sea que los uso cuando tengo que ir al hospital por alguna emergencia o en el aeropuerto cuando no he conseguido engañar a ningún amigo para que me lleve.
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