Glynis Marple se había unido a su tía, en cuya casa pasaba una temporada, Jane Marple, con objeto de ayudarla en los preparativos de una fiesta juvenil que iba a celebrarse aquella misma noche. En aquellos instantes, la casa era imagen verdadera de una caótica actividad. Varias mujeres de carácter enérgico entraban y salían de las habitaciones, moviendo sillas, pequeñas mesas, jarrones de flores y servilletas almidonadas, que colocaban estratégicamente, en puntos previamente estudiados.
La noche de San Juán era la fecha señalada para la reunión, en la que participaría todo el pueblo, pero especialmente los jovenes de St. Mary Mead.
Glynis, apartándose del grupo de personas más nutrido, apoyóse en una de las paredes de la estancia en la que se encontraba. Sacó su Blackberry y comenzó a teclear.
- Lo siento querida -. dijo Miss Marple, un segundo después de haber pisado a su amiga un pie.
Glynis se apretó aún más contra la pared.
- La culpa ha sido mía tía - declaró -. Ando esperando un email de una amiga y no acabo de recibirlo. Además, sabes perfectamente que soy una inutil, acabaría rompiendo uno de tus bonitos jarrones, asi que prefiero esperar aquí intentando no molestaros - Se excusó.
- Se que las jovenes de hoy en día andais tan ocupadas en vuestros trabajos y con vuestras strawberries o como se llamen, que creeis que hasta doblar una servilleta es complicado- le reprochó su tía.
Un puñado de afanosas mujeres tropezaban de cuando en cuando con Glynis. Ninguna prestaba atención a sus palabras. Andaban demasiado ocupadas con lo que llevaban entre manos.
La mayor parte de ellas eran madres de familia, hallándose auxiliadas por una o dos competentes solteronas. Fuera, en el jardín, veíanse chicos y chicas de dieciséis o diecisiete años, montando una gran hoguera con ramas, papeles y cartones. Varias muchachas habían formado animados grupos, escapándose frecuentes risas de sus gargantas.
- ¿Usted es la diseñadora? - Preguntó la señoríta Whittaker, maestra en aquella localidad.
- No soy diseñadora, sencillamente son personal stylist y shopper, además de cool hunter y a veces hago algo de street style - respondió ella.
De habersele aparecido el diablo en aquel momento, la señorita Whittaker no hubiese tenido una expresión de mayor terror. No entendió una sola de aquellas expresiones pero en cualquier caso no le parecieron que sonaran como un trabajo decente. Ser diseñadora resultaba aceptable aunque no ideal, sin embargo aquellas palabras sin sentido no parecían querer decir nada con fundamento, al menos para sus estandares. Balbuceó alguna excusa y se fue a ordenar las servilletas que ya habían sido ordenadas unas tres veces por tres mujeres distintas que no parecían confiar en las capacidades de sus predecesoras.
Miss Marple se acercó a su sobrina.
- Temo que la gente de St Mary Mead te parezca algo provinciana, pero no estamos acostumbrados a trabajos tan "exoticos".
- No te preocupes, me parece encantador. Tengo que aprovechar para sacarme algunas fotos en el jardín.
- ¿Por qué no subes a ducharte y arreglarte? En menos de dos horas empezarán a venir los invitados y me gustaría que me ayudaras a recibirlos. Eso es algo que seguro que haces bien -. Dijo guiñandole un ojo.