- ¿Y cómo eran?
- Vulgares, pero con esa vulgaridad aceptable. Después de todo tenían cierta cultura. Es la diferencia entre la vulgaridad que se tiene desde que se nace o la que se adquiere con el tiempo. Al igual que no es lo mismo el sibaritismo, mejor llamémoslo pijerío, que se trae de casa o el pijerio parvenu. Si yo pido una pala de pescado en un restaurante podría considerarse como una deliciosa excentricidad.
- ¿Y si lo hiciera otro?
- Si se tratara de una de esas personas que por llevar una camisa con un caballo enorme bordado se creen mejor que los demás, no se vería en ese gesto más que a un pedante en toda regla. Por eso mismo, éstos pueden permitirse el lujo de ser horteras, porque en el fondo, poseen otras cualidades que incluso les otorgan un cierto halo de, si no elegancia (lo cual sería algo presuntuoso) de estilo personal en cierto modo pasable.
- Aunque en el fondo preferirías que vistieran y se comportaran como tú.
- Es evidente. Aunque con el tiempo te das cuenta de que, si exiges a tus amigos tanto como te exiges a ti mismo, bueno, no tendrías un solo amigo.
3 comentarios:
Gran verdad, sobre todo la última frase. En cualquier caso, pasa como con todo, que la línea entre excentricidad y desconsideración, elegancia aristocrática y pedantería a golpe de talonario, seguidos de un largo etcétera; pues eso, que es muy delgada. ¿Cómo distinguirla? Pues aplicando el más verdadero dicho que he oído en mi vida: se presume de lo que no se tiene.
Es una verdad y una realidad. No hay que pedir a nadie lo que tu mismo no puedes dar.
Zepequeña.
Son esas realidades que cuesta acepar pero que con cada una, una verdad.
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