Improvisando


Una vez Napoleón III y Eugenia de Montijo estaban de viaje por Inglaterra para habalr con la reina Victoria de la guerra de Crimea. Se celebraba en su honor una cena de gala pero ¡oh! los baules no habían llegado, así como tampoco el peluquero.La puntualidad de la etiqueta no permitía esperarlos y aún y sin tener nada que ponerse, no podia dejar de comparecer.
Una de las damas tenía ahí sus pertenencias, y le propuso un vestido de colo azúl. Con unos cuantos retoques se le ajustó. Tampoco tenía ni diadema ni aderezo, asi que pidio flores. A falta de violetas, se le entregó una cesta llena de miosotas; de este modo dispusieron ramos un poco por todo, en el escote, en guirnaldas sobre la falda, en espirales para retener los tirabuzones del peinado. Cuando hizo su entrada todas las cabezas se giraron hacia ella. La frescura del traje primaveral y las flores, eclipsaban los aderezos de brocado y los collares de damantes de las ladies boquiabiertas.

Curiosamente a las miosotas tambien se les llama nomeolvides, y bien es sabido que la reina Victoria nunca olvido a Eugenia.

No hay que olvidar que aunque la grandeza siempre impone, el encanto, la dulzura y la sencillez son armas infalibles para conquistar hasta a una reina. Y es que hasta un sencillo narciso puede llamar la atención en un jardín completo de rosas.

3 comentarios:

dijo...

Es que Eugenia era considerada junto con Sissi la soberana más bella de su tiempo y eso ayudaría mucho a causar impacto, además de la sencillez.

dijo...

Alexandra: Cierto, pero como dice mi madre: una chica guapa es aquella que lo és sencillamente lavandose la cara.

dijo...

¡Qué bonito post, Alphonse!
La sabiduría popular lo dice: en la sencillez está el gusto...

Un saludo,
ERTLandCOHN