Cada persona tiene un olor particular. Más suave, más fuerte.
Mezcla del olor personal y de perfumes externos, pero al final cada mezcla es única.
Como una huella dactilar.
En ocasiones incluso es posible reconocer a alguien únicamente por su particular esencia.
Los amantes lo saben bien.
Tenía él un olor muy poco común: olía a playa.
Se trataba de un aroma relativamente fácil de copiar.
Unas notas de salitre, crema solar y, en ciertos casos, un toque sutil de parafina. No obstante, al final se queda en eso, una copia.
Él era distinto. Olía a arena, a toallas apelmazadas y a rayos de sol sobre la piel.
No era sólo un perfume propio o poco corriente. Era también evocador. Al menos para todos aquellos que saben lo que es pasar un verano entero en playa, día tras día.
Incluso en invierno, su olor permanecía intacto. A pesar del frío y la lluvia, uno volvía a la playa gracias a él.
No era sólo un perfume propio o poco corriente. Era también evocador. Al menos para todos aquellos que saben lo que es pasar un verano entero en playa, día tras día.
Incluso en invierno, su olor permanecía intacto. A pesar del frío y la lluvia, uno volvía a la playa gracias a él.