El verano idealizado





Como con tantas otras cosas en mi vida, tengo tendencia a idelizar el verano. Cada año, cuando empieza el calor peinso en las casonas de The O.C. haciendo skate por el paseo marítimo, en pasearme entre las palmeras, broncearme relajadamente en una tumbona de la playa, en hacer largos en la piscina antes de desayunar, en pasar todo el día mojado de tanto bañarme. En largos aperitivos bajo el sol, imaginarme luciendo palmito como Alain Delon o tumbarme en el sofa después de comer y dormitar abrazado a alguien.

Y todos los años me aburro. Las tardes en la playa se me hacen eternas. El calor me da dolor de cabeza. A la gente le aburren los aperitivos. Los paseos a lo jubilado acaban aburriendo. Me da pereza bajar a la piscina. Y no tengo encuentro a una Romy a quien abrazar, porque claro, tampoco soy Alain Delon.

La muerte visita a una bloguera I

Glynis Marple se había unido a su tía, en cuya casa pasaba una temporada, Jane Marple, con objeto de ayudarla en los preparativos de una fiesta juvenil que iba a celebrarse aquella misma noche. En aquellos instantes, la casa era imagen verdadera de una caótica actividad. Varias mujeres de carácter enérgico entraban y salían de las habitaciones, moviendo sillas, pequeñas mesas, jarrones de flores y servilletas almidonadas, que colocaban estratégicamente, en puntos previamente estudiados. 
La noche de San Juán era la fecha señalada para la reunión, en la que participaría todo el pueblo, pero especialmente los jovenes de St. Mary Mead.
Glynis, apartándose del grupo de personas más nutrido, apoyóse en una de las paredes de la estancia en la que se encontraba. Sacó su Blackberry y comenzó a teclear.
- Lo siento querida -. dijo Miss Marple, un segundo después de haber pisado a su amiga un pie.
Glynis se apretó aún más contra la pared. 
- La culpa ha sido mía tía - declaró -. Ando esperando un email de una amiga y no acabo de recibirlo. Además, sabes perfectamente que soy una inutil, acabaría rompiendo uno de tus bonitos jarrones, asi que prefiero esperar aquí intentando no molestaros - Se excusó.
- Se que las jovenes de hoy en día andais tan ocupadas en vuestros trabajos y con vuestras strawberries o como se llamen,  que creeis que hasta doblar una servilleta es complicado- le reprochó su tía.
Un puñado de afanosas mujeres tropezaban de cuando en cuando con Glynis. Ninguna prestaba atención a sus palabras. Andaban demasiado ocupadas con lo que llevaban entre manos. 
La mayor parte de ellas eran madres de familia, hallándose auxiliadas por una o dos competentes solteronas. Fuera, en el jardín, veíanse chicos y chicas de dieciséis o diecisiete años, montando una gran hoguera con ramas, papeles y cartones. Varias muchachas habían formado animados grupos, escapándose frecuentes risas de sus gargantas.
- ¿Usted es la diseñadora? - Preguntó la señoríta Whittaker, maestra en aquella localidad.
- No soy diseñadora, sencillamente son personal stylist y shopper, además de cool hunter y a veces hago algo de street style - respondió ella.
De habersele aparecido el diablo en aquel momento, la señorita Whittaker no hubiese tenido una expresión de mayor terror. No entendió una sola de aquellas expresiones pero en cualquier caso no le parecieron que sonaran como un trabajo decente. Ser diseñadora resultaba aceptable aunque no ideal, sin embargo aquellas palabras sin sentido no parecían querer decir nada con fundamento, al menos para sus estandares. Balbuceó alguna excusa y se fue a ordenar las servilletas que ya habían sido ordenadas unas tres veces por tres mujeres distintas que no parecían confiar en las capacidades de sus predecesoras.
Miss Marple se acercó a su sobrina.
- Temo que la gente de St Mary Mead te parezca algo provinciana, pero no estamos acostumbrados a trabajos tan "exoticos".
- No te preocupes, me parece encantador. Tengo que aprovechar para sacarme algunas fotos en el jardín. 
- ¿Por qué no subes a ducharte y arreglarte? En menos de dos horas empezarán a venir los invitados y me gustaría que me ayudaras a recibirlos. Eso es algo que seguro que haces bien -. Dijo guiñandole un ojo.

La muerte visita a una bloguera

A principio de verano, Glynis va pasar unos días en St. Mary Mead en casa de su tía Jane Marple. Al poco de su visita recibe la noticia de que Anita, una blogera de daily-style murciana ha sido envenenada con un muffin en una reunión organizada por la revista Vogue para blogueras de todo el país. Conociendo Glynis a Anita por tener ella misma un blog, decide intentar desenmascarar al asesino con los tweets, las fotos publicadas en Vogue y los últimos posts de su amiga.
Afortunadamente para ella, cuenta con la sagacidad de su tía, su intervención y conocimiento del ser humano que serán decisivas en la resolución de un crimen para el que no faltan sospechosos.

Crimen en el back-stage

La semana de la moda en Paris es una época del año que mucha gente espera ansiosa para ver las nuevas colecciones, ser fotografiados e incluso... para matar. Cuando una de las modelos es asesinada en misteriosas circunstancias momentos antes del desfile de Chanel, el caos se cierne sobre la organización y apremian a la policía a detener a quien sea para tranquilizar a los asistentes. Cuando el maquillador es arrestado, todo el mundo parece tranquilizarse. Todos, menos cierto detective belga ya retirado que asistía al desfile invitado por Inès de La Fressange. ¿Podrá Poirot hacer uso de sus “células grises” y resolver el crimen antes de que sea demasiado tarde?

Los pequeños detalles


"El cuarto de estar era una pieza de pequeñas dimensiones, bastante desordenada, mal amueblada también. Sin embargo, aquí y allá se descubría de vez en cuando algún detalle de buen gusto, algún objeto nada corriente: un jarrón de vidrio veneciano de corte abstracto, dos cojines de terciopelo, unos caparazones de loza, de procedencia extranjera quizás..."

Agatha Christie - Los relojes

En este mundo, tenemos tendencia a simplificar demasiado las cosas, yo el primero: Ese es guapo o feo, elegante u hortera, blanco o negro. Y olvidamos que la mayoría de las cosas nunca llegan a los extremos. La elegancia, el estilo o como se le quiera llamar no es algo absoluto. La perfección no existe. Y así como una persona que consideramos que viste bien puede realizar a veces crímenes contra la moda, también hay gente que no viste nada bien (amarillo con amarillo no es una buena idea) y que pueden tener momentos de inspiración y asombrarnos por con relampagos de imaginación y buen gusto. 

Buscar la perfección es la única forma de acercarnos a ella, aunque a veces también hay que confiar un poco (sólo un poco) en la casualidad y el caos. Como ese gráfico que indicaba como subía la originalidad de los "modelitos" cuanta menos ropa limpia se tenía a mano.